El tejedor de sueños
EL TEJEDOR DE SUEÑOS
Yo soy más bien pesimista, casi fatalista, pero también tengo, paradójicamente, fe en la vida. Soy, pues, también, un vitalista. Y es que los seres humanos estamos cargados de contradicciones. Yo encuentro la vida un tanto absurda, sin mucho sentido, mal estructurada, peor organizada, llena de calamidades, de sinrazones, pero, a la vez, quiero vivirla al segundo y hasta el último milímetro de su tosca superficie. En este rincón voy a colocar las cosas que miro y que, aún, me arrancan una sonrisa… o una lágrima.
El primero arrancó el 10 de octubre de 2013 y el último se cerró el 24 de diciembre del mismo año.
Solo besar tus pies
es mi destino,
besarlos sin perdón y sin descanso,
solo besar tus pies
es lo que pido,
besar tus pies, besarlos.
Tus pies son mi frontera, mi horizonte,
destino de mis besos
de mi sangre;
tus pies calientan mi afligida noche,
el pozo de mis miedos,
el tedio de mis tardes.
Tus pies como refugio,
cuando desnudo sufro por tu ausencia,
desarmado.
Solo besar tus pies,
aunque no quiera,
besar tus pies, besarlos.
Llevo la pena conmigo,
colgada en el corazón,
yo la sigo, la persigo,
la busco en cada rincón,
pero la pena se oculta
con serena maestría,
y la búsqueda resulta
tan solo melancolía.
Pero yo vivo contento,
al fin y al cabo es mi pena
y nadie, intuyo y presiento,
con su dolor se envenena.
No permitas que pase por tu puerta
ese tren atestado de ocasiones,
no dejes que se apaguen tus pasiones,
esperando sentado en la cubierta.
Tírate al mar, desnudo, de cabeza,
no pienses en los riesgos del camino
y aléjate sin más del asesino
indiscutible valor de la certeza.
No niegues los ardores de tu pecho,
conviértelo en un viento enamorado,
que contagie a las cosas y a los hechos;
no te quedes llorando lo pasado.
Más vale lamentar lo que se ha hecho,
que llorar por no haberlo procurado.
MOMENTOS
Hay veces que pintan oros
en las páginas del tiempo
y te sientes muy cercano,
aunque te encuentres muy lejos.
Y se agolpan los placeres
y se avivan los recuerdos
y el mundo entero parece
un regalo de los cielos.
De pronto, sin darte cuenta,
se hace verano el invierno
y las estrellas radiantes
incendian el firmamento.
De aquellos tragos amargos
ni siquiera queda un verso
y de las noches desiertas
ya no queda ni un momento
y te meces como un cisne
entre el amor y el misterio
y se llena suavemente,
de música hasta el silencio.
Hay veces que pintan oros
En las páginas del viento.
Hoy no ha salido nadie,
nadie juega en el parque,
nadie quiere gozar
el sabor de la tarde.
En los bancos vacíos
hay fantasmas de nadie
y un aciago perfume
se respira en el valle.
Alguien debe pintar
las manchas del paisaje,
alguien debe volver
a encender los hogares.
Detrás de las ventanas,
detrás de los cristales
se agolpan los suspiros
perdidos, anhelantes.
Pero yo sigo en pie,
aunque no quede nadie,
para hablar de esas cosas
que solo sabe el aire.
¡Que alguien venga a mi puerta,
que alguien quiera besarme!
Esa fuente interior que no se agota,
eterno manantial de luz sin dueño,
interminable sol, que alumbra sueños,
y vierte al exterior su inmensa gota.
Origen ideal, que empuja y manda,
que llena los estanques de la vida
que ilumina la cara y que convida
a seguir sus designios en volandas.
Si no fuera por ella no darías
ni un paso en el camino que te espera,
perdido entre las dudas, estarías,
al capricho de toda ventolera,
que acechando en las horas de tus días,
pasara suspirando por tu vera.
Aunque parezca que no,
hay una forma distinta,
otra forma de enfrentarse
a este mundo y sus aristas.
Otra manera de andar
desafiando a la vida,
con la flor de la pasión
y la espada de la risa.
Y tomarse los reveses
en alegres claves líricas
y, si hace falta, esconderse,
de vez en cuando, en la mística.
Hacer que brille la luz
y hacer que corra la brisa
y plantarse en la batalla
con una fuerza tranquila.
Y, sobre todo, buscar
aquellas cosas sencillas,
aquellas pequeñas cosas
que endulzan siempre la vida.
Como cada mañana,
a las seis se despierta,
un café bien cargado,
para activar las fuerzas.
La azada en una mano,
en la otra la talega,
sin ningún bienestar,
sin ninguna protesta.
De sol a sol trabaja
su pequeña parcela
y las fincas del amo,
sin horario ni siesta.
Y no tiene caprichos
y no sale en la prensa
ni le ponen medallas,
ni llora ni se queja.
Pero no echa de menos
ni el placer ni las fiestas,
porque se siente bien
vinculado a la tierra.
El pájaro carpintero
taladra con su martillo
un prodigioso agujero.
De su pico prisionero,
el pájaro carpintero.
Pica y pica su martillo
en la piel del chopo verde
y su pico muerde y muerde
con su picante estribillo
De su pico prisionero,
el pájaro carpintero.
Goteando por las ramas
la sangre del chopo herido
camina rumbo al olvido,
que el destino le reclama.
De su pico prisionero,
el pájaro carpintero.
Y mientras pica, su frente
se funde con la corriente
del universo infinito.
Carpintero, carpintero.
Pajarito, pajarito.
Ella era guapa, lozana,
una mujer de bandera,
que llamaba la atención
de las miradas ajenas.
Con sus curvas sinuosas,
sus muslos y sus caderas,
paseaba por las calles
alegrándonos la fiesta.
Pero un buen día, de repente,
sin apenas darse cuenta,
empezó a seguir la moda,
comenzó a ponerse recta
y las curvas se marcharon
llorando por la cuneta.
Y convertida en un cirio
perdió su magia y su estrella
y ya nadie la miraba,
aunque estaba muy contenta,
porque su peso indicaba
que iba en la línea correcta.
Y en su línea se quedó
para siempre, tan coqueta,
y nadie volvió a mirar
sus curvas ni sus caderas.
Poner los pies en la calle,
afeitado, bien vestido
entre turistas curiosos,
que marchan a ningún sitio.
Mirar las cosas, la gente
con la inocencia de un niño
y pasear por la plaza,
las manos en los bolsillos,
las dudas en la cabeza
y las cosas en su sitio.
Atravesar ese Puente,
que es el emblema más típico
de esta Ronda legendaria,
que duerme sobre su abismo
y que sueña arrebujada
por el murmullo del río.
Es un lujo permitirse
estos pequeños caprichos;
son esas cosas sencillas
que me regalo a mí mismo.
Porque el día que no brilla
la estrella de tu mirada
hay luto en el corazón
y una piedra en la garganta.
¡Ay, cómo lloran las flores
cuando les vuelves la espalda!
Cuando se enciende la luz,
que proyectas con tu cara,
empiezo a ver lo que antes
sin tus ojos se apagaba.
Y tiembla el suelo a tu paso
y baila el Sol cuando pasas
y del pecho de la nubes
llueven trompetas lejanas.
¡Ay, cómo sufren las flores
cuando pasas sin mirarlas!
PONIENTE
Se escapa el último rayo
por la puerta del Poniente
y una explosión misteriosa
llena el espacio celeste.
Surgen fuentes de colores
regando pulcros vergeles,
y horizontes imposibles
decoran los prados verdes.
En la ruda Serranía
el Sol dibuja oropeles,
ficciones encadenadas
en el drama del Poniente.
Hoy es todo más triste,
pero cantan los pájaros,
aunque todo resulte
un poco más amargo.
Pero huelen las flores,
unque se imponga el llanto
y el mundo se haya vuelto
un triste solitario.
Aquí abajo, en el fondo,
escondido y temblando,
aunque suene la música,
esperando el ocaso,
sigue el tiempo latiendo,
sigue el mundo girando.
Mi infancia sigue jugando
en aquellas tierras santas,
con una banda sonora
de jilgueros en bandadas.
Bajo el murmullo del viento
meciendo la vieja acacia,
echo a volar mis palomas,
en busca del cielo raudas.
Y mi voz sigue cantando
canciones que son plegarias,
Mientras sigo caminando,
buscando las Viñas Altas.
¡Ay, ese Sol me devuelve,
con su beso hasta mi infancia!
Era un loco aventurero,
que navegaba sin rumbo
por esos mares del mundo
como un audaz marinero.
Navegando contra el viento
trabó terribles combates,
y peligrosos rescates
solventaba en un momento.
Este Simbad el marino
era un hombre afortunado,
porque en su casa, acostado,
navegó por mil caminos.
En las páginas sagradas
de sus libros favoritos
combatía en las Cruzadas
y en lugares inauditos.
Y era un loco enamorado
de una gentil Dulcinea,
entregado a su odisea
como un valiente soldado.
Y cuando estaba cansado
de su largo batallar
dejaba el libro cerrado
y se echaba a descansar.
Incéndiame el Sol,
enciéndeme el alba,
que el mundo respire
con tus alas blancas.
Devuélveme el arte
de vivir con ganas.
Incéndiame el Sol,
enciéndeme el alba.
Regálame el viento
que mueve tus alas,
no olvides el cielo,
los astros de plata.
Deja que me queme,
gozoso, en tu llama.
Incéndiame el Sol,
enciéndeme el alba.
Ocupa mi sitio
y toma mi casa,
conviértete en mí,
dulce luna clara.
Deja que me invente
mi propio mañana.
Incéndiame el Sol,
enciéndeme el alba.
El camino se oscurece,
se va enturbiando a lo lejos
y con él desaparecen
los enormes pinos viejos.
Hay una gélida brisa,
que sacude y estremece
y en la penumbra imprecisa
nada es lo que parece.
El camino, en retirada,
apaga su terno verde
y todo el campo se pierde
delante de la mirada.
LA NOBLEZA DEL OLIVO
Llora el olivo su canto
de verde melancolía
mientras extiende su manto
el terciopelo del día.
Y en la música callada,
que se derrama en sus hojas
hay notas blancas y rojas
y arpegios de luz salada.
Esa nobleza embebida,
que va sembrando en el viento,
es un presente, presiento,
que le regala a la vida.
Mi infancia sigue jugando
en aquellas tierras santas,
con una banda sonora
de jilgueros en bandadas.
Bajo el murmullo del viento
meciendo la vieja acacia,
echo a volar mis palomas,
en busca del cielo raudas.
Y mi voz sigue cantando
canciones que son plegarias,
Mientras sigo caminando,
buscando las Viñas Altas.
¡Ay, ese Sol me devuelve,
con su beso hasta mi infancia!
Cuando se apaga el Sol
y se enciende la escarcha
es la hora de uncir
la vida y la esperanza.
Las flores del deseo
retoñan en el alma,
cuando se engancha a mí
la luz de tu mirada.
Y con los brotes verdes
de tu piel de manzana,
con ardor juvenil,
mi corazón se alhaja.
SUEÑOS
Con vocación de profeta
desde el pozo, desde el cielo,
el hombre entrega sus fuerzas
a rodearse de sueños.
Sueños que van jalonando
sus pisadas sobre el suelo;
sueños que pueblan sus días,
sus noches y sus senderos.
Los hombres siguen soñando,
aunque sepan que están muertos.
¿Y SI FUERA VERDAD LO QUE SOÑÉ?
¿Y si fuera verdad lo que soñé?
Que la vida era un parque con columpios,
rodeado de fuentes y misterios;
que los maestros enseñaban a pensar
y a soñar y a ser felices.
Que los cuentos vencían a la tristeza,
que los jueces amaban la justicia
y el político se turbaba ante una rosa.
¿Y si fuera verdad lo que soñé?
Que nadie se vendía,
porque no había nadie
que te quisiera comprar;
que las palabras tan solo
tenían un significado,
sin dobleces, retóricas,
ni lecturas entre líneas.
Que la gente era sincera
y que nadie se sentía herido
por la sinceridad de los demás.
¿Y si fuera verdad lo que soñé?
Que no hacían falta pactos,
ni componendas, porque todo
estaba acordado.
Que las leyes eran reliquias
de otros tiempos,
expuestas en los museos de historia
para solaz de los eruditos.
Que no se precisaba de políticos,
porque nada había que gobernar
y que nadie quería serlo,
porque no estaba bien visto.
¿Te apetece que bailemos un rato,
que ganemos altura,
que soltemos el lastre,
que le saquemos la lengua a la luna?
¿Y qué tal si saltamos
burlando la amargura?
¿Qué te parece si nos arrojamos
en brazos del placer y la lujuria?
¿qué tal si nos bañamos
en la verdad desnuda?
¿Por qué no dibujamos
soledades despojadas de culpa,
corazones rumbosos,
cerebros sin basura.
¿Qué tal si nos bajamos
de esta tristeza proverbial y adulta,
de este tren infernal
de esta piel que ni habla ni escucha?
¿Por qué no abandonamos
esa cizaña traicionera, oculta,
esa extraña verdad,
esa brutal locura?
¿Qué tal si entrelazamos
mis manos y las tuyas
en un lazo recóndito, invisible
de plácida ternura?
Para vencer al tiempo al tiempo que nos lleva,
para ganar frescura,
para ser diferentes, invencibles
y no rendirnos nunca.
Érase una vez un hombre decente,
rara avis, pero rara con cojones,
que cumplía con sus obligaciones
y pecaba de espléndido y prudente.
Un ser de otro planeta, un insolente
facedor de poemas y canciones,
un paria sin motivos ni razones
para sentirse a gusto entre la gente.
Un hombre encadenado a una utopía,
sin dogmas, sin doctrinas y sin credos,
con sangre, con grandeza y osadía,
sin maldad, sin bajezas y sin miedos.
Un ser humano armado de alegría,
luchando contra el mundo con denuedo.
LIBERTAD
Libertad tiene brazos y piernas
y una historia temblando en la piel,
tiene un pecho repleto de sueños
y unos ojos que besan al ver.
Libertad hace honor a su nombre
y volando levanta sus pies
hacia un cielo que no tiene dioses,
ni campanas, ni iglesias, ni fe.
Libertad vive libre, a su aire,
se limita a ser solo como es
y a las grandes verdades del mundo,
con mirada de niña, es infiel.
LA RUEDA
Gira y gira la rueda
en el ciego engranaje,
sin nadie que la estorbe
ni nadie que la pare.
Se alimenta de sueños,
de vidas, de verdades.
Criatura infernal
sin piedad, sin pesares.
se apodera del alma,
del cuerpo y de la calle,
sin que lloren sus ejes,
sin que sus radios hablen.
Y todo lo convierte
en fragmentos iguales
con un molde invisible
que no conoce nadie.
Una nieve que hiela
en un mundo que aplasta,
una calle siniestra,
y un reloj que no anda.
Un verdugo que miente
cada vez que te habla,
con una boca sucia
de verbos sin palabras.
Un tren que va sin rumbo,
un tren que se te escapa;
un barco sin destino
hundiéndose en el agua.
Una luz que a lo lejos
señala una esperanza.
Está dentro de ti,
no esperes, ve a buscarla.
LAS LLAVES
¿Dónde he dejado las llaves?
Otra vez la misma historia,
¡joder! ¡Qué tema más triste!
¡Siempre perdiendo las cosas!
¿Dónde habré puesto las gafas!
Sin gafas y sin memoria
no hay manera de encontrar
ni una cosa ni la otra.
Las llaves, siempre las llaves
escondidas en las sombras,
haciendo perder el tiempo
en una eterna derrota.
LAS MUÑECAS DE FAMOSA
Las muñecas de Famosa
ya no vuelven al portal,
ya no llevan su cariño,
ni transportan su amistad.
Y Jesús, en el pesebre
ni se ríe ni está alegre.
La Navidad se perdió
entre la niebla brumosa
al olvidar su canción
las muñecas de Famosa.
Ese murmullo del viento,
que canta tras los cristales,
es un beso de la noche,
un abrazo de la calle.
En su denuda estridencia
resuenan todos los mares
y en sus ecos aún perviven
resonancias infernales.
Pero sabe a calidez
su estrépito indescifrable
y sus silbidos parecen
los suspiros de los árboles.
Suenan las voces lejanas,
cascabeles en gargantas
frescas, livianas, agudas,
fértiles pueriles, blancas.
Se oye un murmullo de juegos
refrescantes en el agua
y un primer plano de gritos
y risas de miel y plata.
En ese fondo travieso
se olvidan las cosas malas
y parece que la vida
es un oasis de magia.
Y las voces suenan, suenan
y los niños cantan, cantan
y reinan en el silencio
de la tarde las palabras.
En la línea oscura
de aquellos amores
late la amargura
que encierran las flores.
Niñas que de día
brillan como rosas,
frágil armonía
de las mariposas.
En ecos ocultan
sus noches de inviernos,
plagando sus vidas
de vicios eternos.
La luz embellece
la risueña mano,
que tenue adormece
la flor del piano.
LOCO DE ATAR
Estaba loco de atar.
Por no seguir los senderos,
que llevan a la verdad,
sospechaban en el pueblo.
que estaba loco de atar.
Porque nunca fue normal,
por despreciar el cerebro,
por usar el corazón
por olvidarse del éxito,
del mundo y sus convenciones,
por relegar el dinero.
Porque nunca tuvo prisa,
porque nunca tuvo miedo,
por ser honrado y cabal,
porque siempre fue sincero.
Por no seguir los senderos,
que recorren los demás,
sospechaban en su pueblo,
que estaba loco de atar.
EL VELO DE LA TARDE
Sobre los árboles viejos
que señorean el parque,
como un telón silencioso
cae el velo de la tarde.
Se escriben sobre sus troncos
los versos primaverales
y hay un suspiro de fuego
angelical, inefable.
Mueve los hilos del alma
el resplandor de la carne
y brota desde la tierra
la sangre de los rosales.
El cielo se vuelve turbio
Desalojado, distante,
cuando la huida del Sol
se contagia por el aire.
Cada día se muere un poquito,
un pedazo de cielo se apaga,
una puerta del mundo se cierra,
una voz poderosa se calla.
Cada día se extingue una estrella,
cada tarde muere una esperanza,
cada noche se activa un silencio,
contemplando la vida que pasa.
Pero siempre hay abierta una puerta,
una flor ornando una ventana
una risa circula entre llantos,
una voz cantando en la mañana.
Siempre queda una duda, un misterio
avivando en secreto la llama.
MALA GENTEE
Es mejor no hacerles caso,
aunque duelan los puñales
que te clavan por la espalda
y te insulten por la calle.
Retíralos de tu vida,
como trastos que no valen
y olvídalos para siempre
sin rencor y sin pesares.
No merecen ni una pizca
de tu tiempo, de tu aire,
diles adiós simplemente,
¡Hasta siempre! ¡Buen viaje!
En el silencio del monte
se oye el clamor de la flauta,
que toca el viento al pasar
entre las tupidas ramas.
Hay un Sol agonizando
en la montañas lejanas
y una turbación por dentro,
que no precisa palabras.
Un velo negro se extiende
desde el monte a la cañada
y la claridad se esconde
entre la noche y las zarzas.
En el silencio del campo
se oye el susurro del agua.
En el aire de esa casa
huele a humedad y a nostalgia
y en sus nidos polvorientos
juegan al mus los fantasmas.
Es una casa cualquiera
huérfana, vieja, romántica,
y nostálgica de amores,
que prendieron en sus llamas.
Mas la casa sigue erguida,
soberbia entre su desgracia,
soportando con orgullo
las lastimeras miradas,
mientras el tiempo la olvida
sin piedad y sin mañana.
MI AMIGO EL POETA
Sin traje ni sombrero
mi amigo es un poeta,
sin lápiz ni libreta,
sin libro ni librero.
Tiene más de pirata
que de gran caballero,
ni estima la corbata,
ni le importa el dinero.
Es un loco travieso,
que vive entre la gente
entre el fuego de un beso
y el ardor de su frente.
La pasión por bandera,
su norte la amistad,
su exclusiva verdad,
vivir a su manera.
En los altos penachos
de la nieve que vuela,
en la cándida ubre
de la tierra que espera;
en la frágil sustancia
de un suspiro que anhela,
en la dulce mirada
de unos ojos sin niebla.
En esas fuentes rompen
mis corrientes secretas,
mis ojos aspirantes,
que miran y que encuentran.
Con todas esas cosas
se renuevan mis fuerzas,
me siento diferente,
me lleno de inocencia.
¡Cómo refresca la brisa
y cómo calienta el Sol!
¡Cómo acaricia la música
y cómo huele la flor!
Ardiente se vuelve el hielo,
dulce se torna el limón,
cuando suenan los clarines
y trompetas del amor.
En el campo de batalla
es el tiempo del amor.
ESA HERIDA
Esa herida sigue abierta,
por ella tu mal respira,
por ella sigues penando
y se te escapa la vida.
¿Cómo se puede cerrar
si tú no paras de abrirla?
Si la cierras para siempre,
ella se marcha y te olvida,
si sigues mirando atrás,
sangrará siempre la herida.
Hierven los áureos rastrojos
en el cerro soleado,
cuando se incendian por dentro
las entrañas del verano.
El paisaje se transforma
en un desierto, en un páramo,
que crece en la misma forma
en que se secan los labios.
El fuego va derritiendo
los cerebros y los campos
y en la tarde reverberan
los horizontes lejanos.
Ha regresado la sombra,
que ayer me robó la noche,
aquella pobre fantoche,
amiga que no se nombra.
El Sol me trajo a mi vera
al arrancar su camino,
a esa muda compañera,
que comparte mis destino.
Esa musa de Machado,
Don Manuel, el más jocoso,
que siempre tuvo a su lado
a ese duende peligroso.
Ella sabe de mis dudas,
de mis penas, de mi suerte,
de mis congojas desnudas
y de mi miedo a la muerte.
Ya la tengo aquí a mi lado
y aunque parezca ceñuda,
yo ya estaba desolado
sin esta bruja cornuda.
LA CARNE
El fruto de la carne
caliente y blanca,
tentadora, radiante,
gozosa, perfumada,
es el fruto sagrado
de la flor deshojada
del amor hecho cuerpo,
de la pasión humana.
Aunque se imponga el llanto
de las tibiezas pálidas,
la carne volverá
a escribir su mañana.
Será la carne fresca,
también la carne arcaica,
será la carne ardiente,
la carne enamorada.
aunque truenen los ecos
de la carne cristiana.
En la piel que estremece
de la carne romántica
está el sueño del hombre,
su verdad, su esperanza.
ESTE DÍA
A este día que parece
una copia de sí mismo,
hay que erigirle una historia,
tienes que darle su sitio,
cargarlo de otra materia
para que sea distinto.
Mirarlo con otros ojos,
con esos ojos de niño,
que se admiran fascinados
ante lo desconocido.
Plantarle cara de frente
como ante lo nunca visto
y con pies y pulso firme
encontrarle su sentido.
Este día necesita
que le demos su destino,
que le erijamos su historia
y que le demos su sitio.
LA LIRA
Como una luciérnaga
se enciende la lira,
su luz es arcaica
bucólica, limpia.
Invade el espacio
la voz conmovida,
que deja sutiles,
leves melodías.
En ellas se esconde,
secreta, la vida,
que suena con ecos
de verdades míticas.
HOJAS SECAS
Suena con sones de otoño
un murmullo de hojas secas
cuando los árboles hincan
sus rodillas en la tierra.
El valle se va perdiendo
disipado por la niebla
y solo quedan los hilos
fugitivos de las sendas.
La tarde se va escondiendo
en su guarida secreta,
mientras mi vida se inunda
de millones de hojas secas.
En las manchas de colores
que acicalan la colina,
se dibujan tenuemente
los instantes de la vida.
Pronto se van sucediendo
las genistas amarillas,
las aulagas invasoras,
y las cándidas endrinas.
Una explosión de rubores,
que vuelve la tarde tibia,
en la plácida ladera
que va ascendiendo hasta arriba.
LA NIEVE
Amenaza por el Norte
una tormenta de nieve,
y en el alma se acurrucan
las soledades de siempre
¡Cómo cuesta convertir
en calor lo que nos hiere!
Hay un ardor en el aire
que la nevada presiente,
mientras un pozo sin fondo
el pecho austero se vuelve.
Las nubes siguen flotando
en el cielo mansamente
y su amenaza se nota
como una sombra que vuelve.
¡Cuánto cuesta recorrer
el camino que nos hiere!
Como una inmensa marea
espumada de amargura,
¿nos mojará la locura
o se hará dueña la idea?
La idea intangible, pura,
es un volcán infinito,
es un culminante grito,
que trasciende la aventura.
Esa locura que arrasa,
aunque vista de colores,
tiñe de negro las flores
y de negrura la casa.
El resplandor de la idea
enfrentada a la locura
es una luz que golpea
la terquedad más oscura.
Esa leal compañera,
que te invade cada día,
viste trajes de quimera
y galas de fantasía.
Tiene sueños imposibles
y certezas improbables,
pero hace que lo terrible
te resulte soportable.
Y le busca una salida
siempre al dolor que te inunda
y hace que la propia vida
no se vuelva nauseabunda.
Estimada compañera,
amiga desde la infancia
¡cómo gozo la fragancia
de tu amistad verdadera!
EL PUEBLO VIEJO
Sentado en un banco antiguo
de este parque arcaico y fresco,
en los límites del mundo
que limitan a este pueblo,
me siento cansado y turbio,
pero a la vez sabio y tierno.
Los ojos miran, curiosos,
la plaza que agita el viento,
mientras los niños retozan
al arbitrio de sus cuerpos.
Con paso lento pasean,
ensimismados, los viejos
y junto a un árbol, tranquilos,
toman el sol unos perros.
Es la hora de comer,
pronto reinará el silencio.
Ya se intuye su presencia,
están llegando, son ellas,
vienen al son de su canto,
misteriosas, cenicientas.
Pero enamoran con furia
a aquellos que las encuentran.
Son amigas de los hombres,
vecinas de las ideas
y llevan sueños divinos
para todos los que sueñan,
pero como son pacientes,
si no las miras, te esperan
con los labios entreabiertos
y con las puertas abiertas.
Sus casas son las de todos
y su techo, las estrellas.
Se han acercado a la orilla
las cándidas margaritas
y un perfume de azahares
lleva en su aliento la brisa.
La mañana se ha vestido
con trajes de fantasía,
para acercarse al arroyo
a beber su copa lírica.
El campo empieza a teñir,
de verde como la oliva,
trazos de viva pasión
sobre su tez amarilla.
Y en los brotes que renacen
vuelve a instalarse la vida.
EL MJUNDO PERDIDO
Su mundo es otro mundo,
es un mundo perdido,
perdido para siempre,
olvidado, vencido.
Apenas reconoce
las flores a su paso,
ni las caras que pasan,
ni la miel de los labios.
En el mar del olvido
ya su barca agoniza,
vencida por las olas
feroces de la vida.
Cantar es alejarse de la muerte
llorar es sucumbir a su presencia,
deshojar margaritas es la ausencia
o tenderse en los brazos de la suerte.
Cantar para envolverse en el misterio,
llorar para morir desesperado,
olvidar el futuro y el pasado,
escapar de la paz del cementerio.
Cantar, siempre cantar, eternamente,
solo llorar cuando se apague el canto
y gritar con la fuerza suficiente
para que huya horrorizado el llanto.
Esperar las cosechas de la frente
entonando canciones mientras tanto.
Ajeno a los problemas
juega en el parque el niño,
construyendo su mundo
con los restos del mío.
Un mundo que se rompe,
en busca del olvido,
lo lleva la corriente,
sin rumbo ni destino.
El niño inventa historias,
(no necesita amigos),
y palabras extrañas,
sin forma ni sentido.
Instálate en tu mundo
y olvídate del mío,
nunca echarás de menos
este mundo perdido.
Una nieve que hiela
en un mundo que aplasta,
una calle siniestra,
y un reloj que no anda.
Un verdugo que miente
cada vez que te habla,
con una boca sucia
de verbos sin palabras.
Un tren que va sin rumbo,
un tren que se te escapa;
un barco sin destino
hundiéndose en el agua.
Una luz que a lo lejos
señala una esperanza.
Está dentro de ti,
no esperes, ve a buscarla.
CON LOS PÁJAROS
En los chopos del arroyo
están trinando los pájaros,
que matan sus ansiedades,
como los hombre, cantando.
Y los chopos les aplauden
tejiendo algodones blancos,
entre el arrullo del viento
y la pena de los álamos.
Y en el suelo, entre la hierba
todo es más suave y más plácido
y el corazón se hace libre,
sereno, dulce, nostálgico.
Y el cantar baja obediente
de los picos a los labios
y el alma se echa a volar
para unirse con los pájaros.
EL ÁRBOL VIEJO
El árbol está viejo,
cansado, polvoriento.
Está negro por fuera,
pero verde por dentro.
Tiene las ramas mustias,
pero los brotes nuevos
señalan que la savia
sigue viva en su cuerpo.
Ese árbol desnudo,
sin hojas, pero recio,
sigue dándole sombra
al pobre viajero
y tiene sus raíces
cargadas de recuerdos.
El árbol sigue vivo
Y sueña que es eterno.
Ya viene el Sol trepando por la sierra
de Oriente, que es su sierra preferida,
viene de nuevo ardiendo en su salida
a repartir sus besos por la Tierra.
Sube al paso del ritmo que le impone
su propia condición de ser errante,
condenado a ese sino caminante,
que la ley de los ángeles dispone.
Asoma su pujante llamarada
y deshace las sombras del sendero;
se encarama llenando por doquier
los recodos secretos de la nada,
mientras surge con sino pasajero
otro cálido y nuevo amanecer.
El sabor de lo breve,
que sabe al germinal
principio de la vida,
colma nuestra verdad.
Efímeros instantes,
que muerden inconscientes,
que acarician la grave
tristeza radical.
Relámpagos fugaces
en un cielo que vuela,
vencido por el tiempo
prístino, esencial.
EL MENDIGO
Se reanuda la función,
ya está radiante el mendigo
en escena, frente a frente
a su azaroso destino.
Vive la vida con pausa,
lentamente y a su ritmo,
para nada necesita
encontrar otro camino.
Hace mutis por el foro,
me mira y mientras lo miro,
con lágrimas en los ojos,
encuentro que soy yo mismo.
Me pierdo en el instante
fugaz de la palabra;
me deshago en la breve
levedad de las cosas;
desciendo hasta la sima
podrida de la rabia
y acudo solamente
a saciarme de ti.
Allí donde los ecos
cancelan la sustancia,
me siento un solitario
tejedor de quimeras.
No sé dónde se esconde
la eterna soberana,
que reflejan las leves
llamaradas del Sol.
No saber es morir,
pero morir buscando,
es el sino del ángel,
que gobierna lo humano.
Anoche soñé que el cielo
repartía mariposas
de colores inundando
de rubores las faroles
y las risas sin medida
llenaban la Tierra toda,
aniquilando los miedos
y derrotando a las sombras.
Soñé también que los hombres
hablaban cual si tal cosa,
se miraban a los ojos
y escuchaban sus historias.
Las aceras y las casas
exhalaban sus aromas
de concordias imposibles
y caricias temblorosas.
También soñé que los sueños
se pierden si no se nombran,
por eso lo dejo aquí,
retozando en la memoria.
Ayer tarde estuve hablando
con el río, largamente,
hablamos de muchas cosas,
de la vida y de la muerte.
Ese agua que te lleva
es mi vida que se pierde.
En cada recodo oculto
de tu quebrada corriente
se va quedando un pedazo
de mi ser, entre tus leves
verdades de ser que pasa
fluyendo constantemente.
Entre nacer y morir
discurre mi vida breve,
como un suspiro de agua
de tu piel indiferente.
MI PIRATA
Vive en mi barrio un pirata,
que tiene cara de malo
y va arrastrando una pata,
¡ay, una pata de palo!
Pero tiene un corazón
más grande que su memoria
Y, entre canción y canción
y una mueca de bribón,
va relatando su historia:
Mi patria es el mundo,
me gusta cantar,
soy un vagabundo,
mi casa es el mar.
En el mar azul
tengo mi tesoro
tengo un gran baúl,
un cofre y un loro.
Mi patria es el mundo,
mi casa es el mar
azul y profundo
como mi cantar:
en mi bergantín;
mi mejor botín
es tu pelo de oro.
Cuenta mi viejo corsario
historias de navegantes,
de sicarios, traficantes
y cofres extraordinarios.
Su nublado corazón,
lanza al mundo su canción,
como una alegre condena,
y con un vaso de ron
se quita todas las penas.
Mi patria es el mundo,
mi casa es el mar
azul y profundo
como mi cantar:
Tengo mi tesoro
en mi bergantín;
mi mejor botín
es tu pelo de oro.
En el mundo, en la vida,
no hay nada, nada, nada,
que pueda asemejarse,
que pueda compararse con las ganas.
Las ganas de llegar,
de ser mañana;
las ganas de marcharte,
de asir otra baraja,
de sembrar otra huellas,
de saltar otras vallas.
No hay nada comparable
a sentir el deseo
de buscarte sin pausa,
de seguir y seguirte,
de esperarte con ganas.
UNA COPLA
Aquella copla temprana,
que brotaba de las ondas,
era una flor en el pelo,
era una luz en la sombra.
Manaba un amanecer
del cascabel de sus notas
y en el fuego de sus ojos
ardían todas las bocas.
Temblaban los ruiseñores
y se apagaban las rosas,
cuando se echaba a volar
el suspiro de una copla.
Cuando yo era pequeño
soñaba con ser grande
gloriosas aventuras
llevaba en mi equipaje.
Y yo era el capitán
famoso de mi calle.
Al correr de los años
todo empezó a truncarse:
los sueños se volvieron
burbujas en el aire
y echaron a volar
con rumbo a cualquier parte.
Hoy he vuelto a sentir
aquellas veleidades
y espero que regresen
conmigo cualquier tarde.
Instalada la sombra,
ni el Sol más puro
ni las estrellas,
alumbran el espacio
que ocupa ella.
Debajo de la alfombra,
firme y segura,
la obsesión que no cesa
deja su huella.
¡Cómo apaga el rescoldo
la duda aquella!
LA TARDE
El cielo se ha llenado
de oscuras levedades,
de nimias embestidas,
que encapotan la tarde.
Una tarde que fluye
con su rostro de nadie,
con su savia imposible,
con sus ropas al aire.
El cielo pinta a veces
piruetas celestiales
en el lienzo que cuelga
del sopor de la tarde.
EL NIÑO FELIZ
Ese niño tiene pájaros
volando por su cabeza,
pájaros de mil colores,
pájaros vuela que vuela.
Y mientras vuelan los pájaros
él se eleva de la tierra
y se encarama a una nube,
más blanca que una azuzena.
Y desde allí mira al mundo,
como si fuera una estrella,
y el mundo sigue afligido
sigue envuelto en su miseria,
mientras el niño lo mira
con su mirada más tierna.
Y el niño lo ve girar
con una alegría de fiesta,
porque el mundo que él contempla
es un mundo sin tristeza.
Ese niño tiene pájaros,
pájaros en su cabeza.
En el horno inconsciente,
que nos quema por dentro,
arden cosas y dudas,
verdades y recuerdos.
Allí se recomponen
los misterios del sueño
y los daños dormidos
despiertan en secreto.
Allí, otro horizonte,
otro Dios, otro cielo
esconden las verdades,
que incitan nuestros duelos.
Y las viejas heridas
alzan allí su ascenso
y empiezan a doler
cuando estamos despiertos.
Allí lloran las risas,
allí viven los muertos
y reinan los placeres,
que arrojamos al fuego.
Allí se cuece todo
Allí vive el misterio.
El corazón se adormece
al compás de una guitarra,
que sangra por las seis cuerdas
dolores sin esperanza.
Cuando el dolor se hace fuego
y se instala en la garganta,
la voz se vuelve refugio
del alma deshabitada.
¡Ay, cómo lloran sus cuerdas
mudando en notas las lágrimas!
En el aire languidecen
los sones que se resbalan
por los acordes de oro
y los arpegios de plata
que el músico va labrando
con su inspiración sagrada.
Cantares, manjar de dioses,
cantares, dioses que cantan.
¡Cuánto sabe de tristezas
el mástil de una guitarra!
El borracho está triste
en la barra de un bar,
ya su mundo no existe,
no para de cantar.
Y en su rota garganta
compone una canción,
que su aflicción espanta
y alivia el corazón:
En esa copa de vino,
que mata mi soledad,
hay encerrado un destino,
que refleja mi verdad.
Vengo del fondo del pozo
al que me tiró un amor,
un terrible calabozo,
donde pené mi dolor.
El borracho desnuda
su penoso destino
mientras viene en su ayuda
otra copa de vino.
Por sus labios amargos
asoma una canción,
que resume los largos
males del corazón:
Se me olvidó la alegría
y se me apagó mi estrella
aquel fatídico día
en que me abandonó ella.
y ya no tiene mi vida
ni sustancia ni sentido,
yo ya la di por perdida,
y yo me di por perdido.
El torero se planta
en el centro del ruedo,
está solo en la arena
y la plaza en silencio.
El toro , en la dehesa
desenfunda los cuernos
frente a un mundo de sombras
desnudas, cuerpo a cuerpo,
ausente de la lid
que propone el torero.
En la plaza se rompe
la liturgia del fuego
y una voz descompone
las flores del toreo.
Hay un punto y final
dibujando el albero
y muchas soledades,
ausencias, desconsuelo…
El torero hace mutis,
soñador, ceniciento
y en la plaza la noche
acoge al toro muerto.
EL RUBOR
Esa llama de tu cara
es un reflejo del sol,
que atesoras en tu rostro
enganchado a una emoción.
Esa flor roja que adorna
los prados de tu balcón,
es un tesoro sin dueño,
que está esperando un ladrón.
Niña, déjame tu cara,
que cansado vengo yo,
para reposar en ella
mi terrible confusión.
Dame tu cara y tu vida
para hacerme una canción,
como una banda sonora
colgada en mi corazón..
La niña tiene azuzenas
en su corazón de fresa,
aún no ha pintado el dolor
ningún brochazo en su puerta.
Baila sola y mientras baila
se imagina una princesa
de bellos ojos azules
vestida de luna llena:
esas princesas que siempre
están guapas mientras juegan.
La niña vive el presente,
no hay pasado que la hiera
y el futuro está tan lejos…
ni siquiera le interesa.
La niña labra, feliz,
las rosas, las azuzenas,
que guarda en su corazón,
en su corazón de fresa.
LA ALEGRÍA DEL SENDERO
Vive la encina pendiente
de los caprichos del cielo,
austera, sobria, soberbia,
reinando sobre el terreno.
El oasis de su sombra
es un fastuoso obsequio,
un regalo que regala
desde el vigor de su pecho.
La encina tiene nostalgias,
que no conocen los tiempos,
y en su vientre se entretejen
sombras preñadas de versos.
La tristeza de la encina
es la luz del universo,
en ella dejan los años
verdores de verdes viejos.
Y cuando la encina canta
se pone alegre el sendero..
Al fin del mundo y más
te lleva una mirada,
porque los ojos besan
con los labios del alma.
Y te puede llevar
más alto que las águilas
y más lejos que el viento,
que abraza a la montaña.
Una mirada tiene
la fuerza de una llama,
el sabor del misterio,
la ternura del alba.
La mirada se pierde
donde la vista alcanza
y penetra más hondo,
que el Sol y las palabras,
porque los ojos besan
con los ojos del alma.
NACER
Hoy he vuelto a nacer.
Cada vez que lo hago
se encienden las farolas,
que iluminan mis pasos.
¡Ay, cómo cuesta nacer
con tanto jaramago!
Pero debo nacer,
nacer siempre, es humano
querer seguir naciendo,
naciendo sin descanso.
Nacer es rechazar
la muerte que llevamos
a cuestas, como espina
clavada, mano a mano,
por la angustia que aplasta
y la sed que arrastramos.
Hoy he vuelto a nacer,
como ayer, como humano.
En este mundo mezquino,
de horizontes tan pequeños,
hay un tejedor de sueños
reclamando su destino.
Un urdidor de relatos
fecundos, amables, breves,
tan ingenuos como leves
espejismos insensatos.
Ya sé que este tiempo absurdo
no permite ni una risa,
ni puede llamarse brisa
a este viento infame y burdo.
Cuando reinan los espinos
y callan lo ruiseñores,
hacen falta soñadores,
que señalen los caminos.
Alguien que invite a la hazaña
de vivir con dignidad,
de pensar con libertad,
de querer con las entrañas.