La soledad del náufrago
LA SOLEDAD DEL NÁUFRAGO
¡AY, EL AMOR! El amor es asunto delicado, caprichoso y sutil como la espuma, misterioso y temible como bruma que no puede entender el que no ha amado. Amar es un asunto peligroso, porque altera a su antojo los sentidos convierte en sinfonías los ruidos y al pifio más vulgar lo vuelve hermoso Perderse en el amor es lo probable, si apuestas a ganar puede perderte, puede llevarte a un cielo inolvidable, puede apretarte el cuello hasta la muerte, pero todos soñamos con la amable ilusión de perdernos a su suerte. | A CIELO RASO En el terco vaivén de tus antojos, que vuelan desde el suelo hasta la luna, yo me pliego al azar de tu fortuna; un capricho mirándome a los ojos. Cierro con mil candados los cerrojos del cofre donde guardo tu oportuna imagen que refleja cual ninguna la pobre desnudez de mis despojos Así pierdo la vida lentamente, pero gano la gloria paso a paso, me desangro en la luz de la simiente que camina angustiada hacia el ocaso y dejo en el camino solamente el placer de vivir a cielo raso. |
DETRÁS DE LAS PATERAS Detrás de las dramáticas pateras, detrás de los cayucos miserables hay poderes ocultos, formidables, decidiendo destinos y fronteras. Detrás de cada voz desesperada, detrás de cada historia sin destino, hay un mundo cegado y asesino, hay un todo que vive de la nada. Pero detrás de todo está la gente, la que sufre, trabaja y se ilusiona la que paga sin culpa, la inocente, que aguanta sus ardores de venganza, que vive, que disfruta, que perdona. En ella está la última esperanza. | DESDE TU TRONO No te vi protestar contra la guerra, ni te he visto brindando por la gloria de los que sólo alcanzan la victoria sobreviviendo encima de esta tierra. No te vi levantando la bandera del que sólo dispone de sus manos, pese a llevar la cruz de los cristianos colgada de tu pecho y tu cartera. Ni te vi, ni te veo ni te veré sufriendo la avidez de los mercados, pero sí persiguiendo los pecados de la carne: ¡te quise, te querré! Luchando por los pobres olvidados ni te vi, ni te veo ni te veré. |
¿A DÓNDE HAN IDO A PARAR? ¿Adónde han ido a parar aquellas calles desiertas? ¿Adónde fueron los besos robados en sus aceras? ¿cómo han dejado de ser sin que yo me diera cuenta? ¿Adónde fueron temblando las caricias intentadas, las ansiedades de fuego y las promesas tempranas? ¿Dónde habrán depositado sus existencias frustradas? | BÚSQUEDA Así trascurren mis días, sacándole punta al tiempo, jugando con las palabras, lo mismo que juega el viento con las hojas en el parque, con los papeles sin dueño. Busco pequeñas verdades, desnudas como un lamento y extrañas como un estanque navegable en el desierto. No hay verdades infalibles que pueda aguantar el cuerpo; sólo breves golondrinas en perenne movimiento. |
AL AMANECER Yo me crié entre rastrojos, entre espinos y entre cardos. Al amanecer, mi madre ya estaba entre sus cacharros y el aroma de las ollas era un perfume sagrado: incienso para ese arte que se nos fue con sus manos. Aún tengo aquellos sabores guardados entre los labios, como un tesoro caliente de pucheros y garbanzos. Nadie llegaba a mi casa que no fuera bien llegado; todo el que a ella llegó tuvo en la mesa su plato. Mi padre, las pocas veces que se quedaba en el campo engordaba con el ojo los azarosos sembrados. El resto, de feria en feria ganándose cuatro cuartos con su mula, con su manta, su buen humor, su ganado; con su yegua “Milagrosa”, testigo de sus milagros. Todo el que lo disfrutó aún va evocando sus pasos. Todo el que a él se acercó se llevó llenas las manos. | BUENOS TIEMPOS Tú sabes lo que yo quiero: ser primavera en otoño y ser verano en invierno. Bajar de los altos montes a los humildes terrenos que pisa la buena gente que pasa tejiendo versos de sudores, esperanzas, y solidarios empeños. Donde ponen otros sal, ellos depositan besos; donde unos ponen fronteras, ellos frondosos senderos; mientras otros dan tormentas, ellos, un dulce aguacero. ¡Ay, buenas gentes que pueblan las entrañas de mi pueblo! EN TU VIENTRE ESTÁ EL RUMBO En tu vientre está el rumbo, sólo tú conoces el destino. Hay tambores de guerra en la piel y una vana ansiedad cubre el océano. ¡Prohibido pasar! – rugen los tanques -. ¡De frente! – gritan los sentidos -. |
EL PESO DEL DOLOR Y DE LA PENA El peso del dolor y de la pena es sin dudar el peso más profundo, es el peso más grande de este mundo, un peso que te aplasta y te envenena. El que más te embrutece y te condena. El que más se prodiga, el más fecundo, pues crece al contemplarse en su rotundo poder que te aniquila y enajena. Poder que tiene al hombre encadenado a una lucha sin tregua ni esperanza, a un destino fatal e ineludible, de pecador rendido a su pecado. Quijote sin rocín ni Sancho Panza al encuentro de un éxito imposible. | EL TIEMPO Su máquina brutal e indiferente preside imperturbable nuestra historia con su sólida esencia perentoria marca el ritmo del cuerpo y de la mente. No conoce un poder equivalente que atente contra el feudo de su gloria. Seguro como está de su victoria, vive tal cual su prédica inconsciente Te ataca por detrás y por delante, paradigma sin par de la paciencia; su hachazo pertinaz, firme, constante destruye los embites dela ciencia. Terrible y pavoroso contrincante tenaz demoledor de nuestra esencia. |
EL TONTO
Se termina el carril y sigue el tonto,
completo seguidor de su destino
abocado al perpetuo desatino,
el tonto nunca deja de ser tonto.
El tonto vive loco de contento,
tan feliz por ser tonto de remate.
Seguirá siendo tonto aunque lo mates;
el tonto no conoce el desaliento.
El tonto se revuelca en su tontura
a salvo del influjo del ambiente,
y con una impensada cara dura
se muestra como un genio impenitente
y afirma con un rictus de amargura
lo tonta y pamplinosa que es la gente.
ESTE SOL DEL INVIERNO
Este sol del invierno reconforta
como una dulce y cálida mirada,
como una mano llena de ternura,
como alienta a su tiempo una palabra.
Este radiante sol llena la venas
como una estimulante bocanada,
como un aplauso el ego del artista,
como un trago que alivia la garganta.
Sus rayos multiplican la molicie
lo mismo que un abrazo voluptuoso,
como un beso cargado de lujuria
o unas piernas surgiendo poco a poco.
En su charca de luz bañas tu cuerpo,
que vuelve a respirar adolescencia,
que regresa a la noche de los tiempos,
y se une a las entrañas de la tierra.
FE
Fe no es creer con alma enajenada,
creer es cuestionar abiertamente,
enfrentarse al fragor de la corriente,
es no dar la verdad por acabada.
Fe no es creer en luz que no ilumina,
creer es encender tu propia lámpara,
llenar con tu verdad tu propia cántara
con agua transparente y cristalina.
Querer creer es toda la sustancia,
querer es el poder de los cristianos,
no seguir al que impone su ignorancia
desde altivos fervores diocesanos.
Creer es extremar la vigilancia
para no renunciar a ser humanos.
ENSIMISMADO
Dentro
hay un león voraz,
hay un león hambriento,
que se come a sí mismo,
que se alimenta de sus propios miedos,
que se afana en la lucha
imposible de hurgar en los secretos,
con la ilusión del niño
que aún retoza inconsciente en sus misterios,
dentro.
Dentro,
hay un sol de justicia
que inunda con su llama el universo,
que quema cuanto toca,
que se abrasa pletórico en su incendio.
A un centro encadenado,
a un prodigioso centro
que corre tras su sombra,
que grita en su silencio.
Dentro.
Dentro,
brotando de la rabia,
hay un volcán ardiendo,
vomitando su lava sin descanso,
trasunto del infierno.
En su vientre crepita
un coro combativo y sempiterno
de voces infinitas
clamando en el desierto.
Dentro.
Dentro,
hay raíces amables, pero recias,
profundas y leales a su suelo,
al sabor de la tierra
inundada de frutos y deseos.
Prendidas al sagrado compromiso
de sentir cuando late un sentimiento,
del dolor y la angustia
que agitan la memoria de los muertos.
Dentro.
LA SOLEDAD DEL NÁUFRAGO
El milagro de existir:
estar y ser sólo siendo,
vivir y sólo viviendo
fabricarte tu verdad.
Cargar con tu levedad,
solo en mitad de un camino,
repleto de peregrinos,
que, con fingida alegría,
soportan en compañía
su radical soledad.
AQUELLOS TIEMPOS
Van pasando por las calles
los muchachos bien vestidos
en busca de sus parejas,
hablando con los amigos.
Llevan puestas las corbatas
que se ponen los domingos
y van dejando en el aire
un perfume cutre y fino.
Las muchachas los esperan
en las puertas de sus casas,
el corazón anhelante,
las caras bien afeitadas.
En el alma la esperanza
de una boda deseada;
en la mente la sospecha
de un romance que se acaba.
Los padres, que las contemplan,
orgullosos y contentos,
fingen estar distraídos
cuando aparecen sus yernos.
Con lágrimas contenidas,
no les cabe en el cerebro,
tanto luchar por sus hijas
y que se las lleve un lerdo.
Las madres, más precavidas,
van sisando de la cesta:
que le sobre en el ajuar
aunque nos falte en la mesa.
Con lágrimas desatadas,
desahogando su pena
piden a Dios que el mocito
sea muy bueno para ellas.
Y las abuelas sentadas,
somnolientas, hacen punto,
distraídas pero atentas
a lo que hace cada uno.
Los escarceos de las nietas
los comparan con los suyos
y se lamentan, turbadas:
¡hay que ver cómo está el mundo!
Los abuelos, mientras tanto,
hacen todo lo que pueden:
refugiarse en las batallas
que aún sus memorias retienen.
Tienen claro, por supuesto,
que en asunto de mujeres,
estos niñatos de ahora
dan más ruido que nueces.
EL HOMBRE SIN VOZ
Como un beso sin destino,
como una boca sin besos,
igual que un cuerpo sin mente,
que un atleta sin aliento,
lo mismo que una utopía
que no despega del suelo.
Como un ardiente verano
vestido de crudo invierno,
una ingenua cenicienta
sin baile y zapatos nuevos,
como un príncipe encantado
desalojado de un cuento,
como un piloto sin nave
y un pirata sin velero.
Lo mismo que una memoria
despojada de recuerdos.
Como un fantasma sin noche,
igual que un perro sin dueño,
un abogado sin causa,
un médico sin enfermo;
igual que un árbol sin sombra,
una escuela sin maestro,
como una reina sin corte,
como un patrón sin obreros,
como una guerra sin odio
o un romance sin “te quiero”.
Como una nube sin agua,
igual que un santo sin cielo,
un ministro sin cartera
y una religión sin clero.
como una antorcha sin llama,
igual que un nido sin huevos,
como un castillo en el aire
como una pluma en el viento.
Lo mismo que un sol sin luz
como un poema sin versos,
igual que una luna negra,
como una vida sin tiempo
una verdad sin razón
y un misterio sin misterio.
Igual que un hombre sin alma,
sin carne y sin esqueleto:
así está el hombre sin voz,
escarchado de silencios.
LA VIDA Y LA MUERTE
La muerte es la noche larga.
La vida, breve,
como una espada
El corazón, silencio,
la boca llorando clama.
La vida es el silencio hacia el olvido,
hacia la noche larga,
a caballo del viento,
en busca de la nada.
EXTRAÑO DESLIZ DEL CIELO
Entre el misterio y la tierra
voy fabricando mi historia:
un ala apunta a la luz,
la otra se esconde en la sombra.
Y zozobrando en el viento,
cabalgando entre las olas,
sólo gano esas batallas
que no dan brillo ni gloria.
Voy pasando por el mundo
entre el amor y las cosas.
¡Extraño desliz del cielo
es el hombre y su memoria!
INEXORABLE
Cuando el sol parece eterno
y sabrosa la alegría,
con su blanca melodía,
llega el dolor del invierno.
Hasta el retoño más tierno
está penado a morir,
encadenado a cumplir
la inexorable partida.
¡mira que duele la vida!
¡Mira que gusta vivir!


HAY QUE MIRAR AL SOL
Hay que mirar al sol
directamente,
a sus ojos de fuego,
y a su cara.
Mirarlo con descaro
manteniendo en sus ojos
la mirada.
Sin temer su calor,
sin miedo a la locura
que lo arrastra.
No hay que temer la luz,
ni temerla ni odiarla.
Alumbrarte con ella
mientras andas.
Aunque quemes tu cielo,
tu ayer y tu mañana,
hay que mirar al sol,
directamente,
a sus ojos de fuego,
sin miedo a su mirada.
EL LLANTO DE LA TIERRA
La tierra se envenena con el llanto
doliente de sus pobres criaturas
en el vértigo gris de las alturas
de la niebla sin fin del camposanto.
Bailan la danza del terrible canto,
febril desolación de las locuras
que tejen casimires de amarguras
y visten los ropajes del espanto.
Truena el cielo su amarga melodía
y la luna sin luna se adormece;
el sol ha comenzado su agonía,
en plena ebullición desaparece
y Dios sentado en su verdad sombría
poco a poco se enturbia y enloquece.
LA NOVIA DEL VIENTO
Entre espinos y besanas,
entre rastrojos sedientos
creció mi alma serrana
y se hizo novia del viento.
Y hacia el viento alzó sus alas
y hacia el cielo navegando
entró en las etéreas salas
siempre volando, volando.
Y sacó del aposento
de la reina de los cielos
ese azul del firmamento
que va sembrando en sus vuelos.
En su celestial viaje
al lado de los luceros
llenó de luz su equipaje
para alumbrar sus senderos.
Y del seráfico río
que al aguacero alimenta
robó gotas de rocío
y el furor de la tormenta.
Entre espinos y besanas,
entre rastrojos sedientos
creció mi alma serrana
y se hizo novia del viento.
Y volando todavía
en el aire se mantiene
sin mirar lo que conviene
a su torpe economía.
MI MUNDO, EL MUNDO
Mi mundo, el mundo:
extraños universos,
esferas que rebotan
sin entenderse,
sin armonía,
a contratiempo.
Sin pasillos, sin puertas;
destinos paralelos,
islas desiertas;
soledades que gritan,
infinitas distancias.
Distintas dimensiones,
ajenas realidades,
pieles impermeables,
contrapuestas ideas.
Vecinos imposibles,
amor desordenado,
imanes que repelen
las fuerzas en conflicto
LA RONDA DE AYER
Una tormenta de piedras
te mece en el horizonte
entre el cielo y el abismo,
entre la luz y la noche.
Un terremoto prendido
por las entrañas te corre;
ferocidad en tus venas
con riachuelos de bronce.
Tierra regada de rabia,
de sal dura de los hombres,
de lágrimas de mujeres
vertidas en negras noches.
Historia de peregrinos,
viajeros, perdedores,
gente tejiendo un futuro
con dramáticos acordes.
Penumbras en las miradas,
reseca piel de los montes,
huesos rendidos del peso
de dolorosas labores,
de batallas sin futuro,
de tragicómicas voces.
Labios quemados y bocas
desdentadas y feroces
desasosiegos rendidos
a un destino que se come
las cálidas esperanzas
desdichadas de los hombres.
Pueblo de recios poetas,
de fieros salteadores
de bandidos bondadosos,
de soberbios arreboles.
Pueblo poblado de nobles
y gallardos corazones.
Ronda merece un presente
que le haga honor a su nombre.
MELANCOLÍA
Ese puñal de fuego,
ese dolor terrible que no sangra,
que se mete por dentro
y que llena de piedras la garganta.
Que se instala en el pecho,
que no deviene en fugitivas lágrimas,
que mancha cuanto toca,
y febril se derrama
como un aceite amargo,
que no encuentra su lámpara.
Esa lengua asesina,
esa furiosa y persistente lava,
ese hielo infinito
destruye cuando ataca,
el verde del sendero
la flor y la hojarasca,
la orilla suculenta del camino,
la piel de la mañana.
Esa bruja indecente
esa fiera infinita que no sangra.
EL CALOR DE UNA BARRA
Señor de los infiernos infinitos,
tú que siempre reclamas
mi adhesión más profunda,
mi maldad más profana.
Tú que enturbias mi vida,
Tú que ensucias mi casa:
déjame a mano siempre
el calor de una barra.
Cuando los escorpiones de tus dedos
envenenen el alba
me quedaré sentado
en el cielo de plata,
donde el ruido es silencio,
en la gloria bendita
que desprende la barra.
Cuando tu mano negra
manche con su tiniebla la almohadas,
dibuje nubarrones
que atacan por la espalda,
yo repondré las fuerzas
en el vientre más dulce,
al lado de la barra.
Cuando tu cataclismo inunde el mundo
y echen fuego las flores…
y fango las acequias
y bilis las palabras;
cuando el rencor se esparza con el viento
como una lluvia fría,
como una injuria gélida,
colocaré me hoy y mi mañana
al abrigo del mundo,
al calor de una barra.
Cuando Dios se convierte en tu enemigo
y escupen sal las fuentes
y hielo las miradas
y en el hogar del corazón del hombre
ya no queden rescoldos,
ni pasión, ni esperanza…
Déjame a mano siempre
El beso de una barra.
Si en tu infierno infinito
hay algo que simule
el calor de una barra
(¡fuego no ha de faltarte!),
me olvidaré del cielo
y de salvar mi alma.
Cuando tu triste sueño esté soñando
nuestra historia más triste
nuestra noche más larga,
yo te estaré esperando
como al sol la mañana:
hay libre un taburete
para ti en esta barra.
LA MEMORIA
Me invento en cada instante, me construyo
partiendo de los hilos impalpables,
unas veces de seda y otras sables
que me tienen atado y me hacen suyo.
A lomos de una sed meditabunda
como una exhalación cambio de rostro
y encuentro el porvenir en los calostros
del pretérito amargo que me inunda.
Con los sueños de ayer vivo el presente
(inestable bufón enajenado)
contra los miedos de mañana juro,
siguiendo sin quererlo la corriente:
soy un hijo doliente del pasado
que apunta insobornable hacia el futuro.
NO BASTA LA RAZÓN
No basta la razón, no es suficiente,
hace falta algo más que un argumento,
hay que poner delante el sentimiento,
hay que armarse de él hasta los dientes.
No vale calcular ni ser cobardes,
hay que ponerlo todo en la partida,
hay que jugarse el resto de salida
sin esperar, que puede hacerse tarde.
Hay que darle a la vida una ocasión
hay que plantarle cara a los más fuertes
hay que dejarle un sitio a la pasión
y no plegarse al reino de la muerte,
poner en cada lid el corazón
y no olvidarse nunca de la suerte.
PALABRAS VACÍAS
No te dejes llevar por las palabras
grandiosas, venerables y vacías
mira mejor la luz, la melodía
del leve diccionario que tú labras.
No permitas que voces sin sustancia
dejen la tuya ajándose a lo lejos
úsala con valor y sin complejos,
derrámala hacia afuera en abundancia.
De nada sirve lo que tú no sientes,
no dejes tus murallas indefensas,
disponte a disfrutar lo que te toca
y olvídate de glorias aparentes.
si no puedes decir lo que tú piensas,
mejor que calles de una vez la boca.
MI TIERRA
Esta tierra de mi infancia,
cálida, fértil, quebrada
tiene la sangre agotada
de regalar su abundancia.
Tierra firme, tierra santa
de este Sur abandonado,
por los dioses olvidado,
por tanta injusticia, tanta.
Ella guarda el frágil barro
que puso en pie mi esqueleto,
sobre incómodos guijarros
y entre espinos majoletos.
Llevo dentro sus trigales
y ella encierra mis angustias:
juveniles, torpes, mustias
zozobras primaverales.
Ella me ha dado el sabor
agridulce de su seno,
esa matriz del terreno
que te arrulla en su calor.
Yo le he devuelto canciones,
lágrimas, sueños, sudor
y muchos gramos de amor
y algunas desilusiones.
y un gran canasto de fallos
y toneladas de dudas
y mis verdades desnudas
que por dignidad me callo.
Y en perfecta convivencia
unimos ambos destinos:
yo, construyendo caminos,
ella, forjando mi esencia.
VA GALLARDO Y PINTURERO
Va gallardo y pinturero
con su pipa y con su capa,
y su insignia en la solapa
de su pueblo bandolero,
Allí va, a los extranjeros
sus rincones explicando
y las calles pateando
con sus incansables pies;
y en su cabeza tramando
la nueva obra del TES.
LA ÚLTIMA CENA
Se citaron por la noche,
oscura como el momento,
para colocar un punto
y final a sus recuerdos.
A media luz, las miradas
iban trazando el misterio
de las triples volteretas
que sufren los sentimientos.
Lo mismo que unió una vez,
hoy produce desencuentro;
las olas, que ayer bañaban,
hoy ocasionan siniestros;
la nave ufana no es más
que un barco a merced del viento.
Las palabras se hacen dardos,
que lastiman el silencio
y las horas se hacen áridos,
interminables desiertos.
La claridad se oscurece
y lo blanco se hace negro;
La terrible tempestad
hizo estallar los veneros,
reventó los manantiales,
cegó los abrevaderos.
Se evaporó la ternura
y el desamor se hizo el dueño,
y se comió la alegría
el voraz aburrimiento.
¡Cómo se alteran los ritmos
cuando se cambian los tiempos!
La terrible saciedad
se bebe al frágil deseo
y la lujuriosa carne
se vuelve impasible acero
y entre la duda y la nada
crece un insondable océano.
Entre velitas doradas
brindaron con duros verbos,
encendieron los reproches
y apagaron los encuentros.
Trocaron la común senda
por caminos paralelos;
y así cerraron un mundo
para abrir un universo.
LAS SOMBRAS
Debajo de las sombras
se encuentra el verso,
el verso que aniquila
todo lo eterno.
sus manos no pretenden
ser inocentes,
son el grito de risas,
llantos y muerte.
Debajo de las sombras
se esconde el beso
que desprecia lo justo
y rechaza el gesto,
generoso y humilde,
donde lo bueno
se afana por ser agua
que apague el fuego.
Debajo de las sombras
está tu verso,
siempre dispuesto a helarse,
siempre dispuesto
a convertirse en cauce
de un frío invierno,
de luces apagadas
y oscuro infierno.
Debajo de las sombras
hay otro cuerpo
que lucha por sentirse
parte del viento.
¡Cuánta riqueza esconde
la sombra inmensa!
¡Cuánta miseria aflora
triste e intensa.
Y NO ACABA LA NOCHE
Sale el sol
y no amanece el día;
canta el gallo
y no acaba la noche.
Negra luna
cabalga el horizonte.
Todo es oscuridad.
Reina el silencio.


ODA A PAQUILLO «EL PUJARREÑO»
Cuando truena en el cerebro
y llueve en el corazón;
cuando nieva en las entrañas,
cuando se rinde el valor.
Cuando un nudo en la garganta
impide lanzar la voz,
arrímate a don Francisco,
él tiene tu solución.
Cuando vayas al barrio
de los rondeños
pregunta por Paquillo
“El Pujarreño”.
Él tiene arte
y gracia suficiente
para curarte.
Prosigue sus senderos
y olvídate de sabias
y curanderos.
Cuando se hayan dormido
todos tus sueños,
te los despierta Paco,
“El Pujarreño”.
UN HOMBRE, UNA BANDERA
Nacer aquí o allá es accidente,
lo esencial es sentir en cualquier parte
que no puede valer un estandarte
mucho más que la vida de la gente.
Es hermoso sentirse en la corriente
del río que nos baña y nos comparte,
gozar de las riquezas de aquel arte
que nos dio de beber la misma fuente.
Mas sin partes no se hace ningún todo,
es pura ensoñación, una quimera,
pretender imponer que de ese modo
se fabrica sin montes cordillera,
y hay que aceptar que siempre y sobre todo
un hombre vale más que una bandera
PLENITUD
Vas andando por el campo,
el sol besándote el rostro,
la brisa sopla ligera,
la luz lo contagia todo.
Mañanas dulces de Ronda
que vuelven nuevos los ojos;
mañanas tibias que arrojan
las sombras a los arroyos.
En cada palmo de tierra
hay un ardiente rescoldo;
en cada rincón del alma
hay un inmenso jolgorio.
Y los árboles te miran
con su presencia de mosto,
manchas verdes que respiran
-como lo hacemos nosotros-
ese soplo de la sierra
preñado de mil calostros;
ese soplo recio y fuerte
que nos invade hasta el fondo.
Al otro lado del cerro
hay un romance de lobos;
aquí dentro, aquí en el pecho
hay un silencio de oro.
Vas andando por el campo
y el mundo parece otro.
UN BESO
Jugando a razonar he razonado
que nada vale lo que vale un beso,
que nada es más valioso y que por eso
más vale ser “besero” que soldado.
Un beso es un mensaje enamorado,
un abrazo que damos con los labios,
un gran demoledor de los agravios,
una gota de sol alborozado.
Es fácil encontrar la conclusión
que tal verdad en su misterio encierra:
si un beso alivia más que una oración
a los pobres nativos de la Tierra,
una caricia, más que un batallón
y más arregla un polvo que una guerra.
NO HAY QUE RENDIRSE JAMÁS
Guárdate de líderes
y de profetas.
Sólo sigue la corriente
si hay flores en la ribera.
Tienes que andar el camino
usando sólo tus pasos,
métele mano al destino
y no temas al fracaso.
Camina siempre de frente,
no te escondas. Ni te adhieras
a mentiras y quimeras.
Ante los dogmas, detente.
A la verdad entregarse,
dócilmente y sin criterio:
ese es el modo más serio
de errar y de equivocarse.
Guárdate de líderes
y de profetas.
Sólo sigue la corriente
si hay flores en la ribera.
Encontrarás zancadillas,
en abrazos disfrazadas
y terribles pesadillas,
complacientes y educadas.
Y fantasmas y cabrones
por arriba y por abajo,
y ese atajo de ladrones
que viven de tu trabajo.
Y te pincharán espinos,
y hasta solo te herirás,
mas tú sigue tu camino
y no te rindas jamás.
Guárdate de líderes
y de profetas.
Sólo sigue la corriente
si hay flores en la ribera.


SABIDURÍA
Hoy empiezo a mirar de otra manera
las espléndidas flores, las espinas;
ya no usan mi balcón las golondrinas
ni pasan las princesas por mi acera.
Mi esperanza se ha ido, ya no espera
milagros acechando en las esquinas,
ni tesoros guardados en divinas
estancias de eterna primavera
ya sé bien lo que guardan las caretas
que esconden nuestras pálidas verdades:
estancias tenebrosas y secretas
derrotas, frustraciones, soledades
aguzan sus terribles bayonetas,
asesinas de pobres vanidades.
PÁSALE, OH SEÑOR, A SATANÁS
Pásale, Oh Señor, a Satanás
la perpetua inquietud que me domina,
no me bastan tu cruz ni tu doctrina,
necesito unas cuantas cosas más.
Dame un poco de fe del carbonero,
dale un poco de luz a los cristianos.
Pon mucha caridad entre sus manos,
convéncelos que amar es lo primero.
No permitas que el néctar de tus frutos
se pudra entre sagradas convicciones,
entre falsos valores absolutos,
entre juegos absurdos del lenguaje.
Pide a tus siervos obras, no oraciones
y aclárales por siempre tu Mensaje
RESISTIR
Aunque reine febril el desamparo,
siempre queda un resquicio a la alegría;
la insaciable y voraz melancolía
pliega velas al gozo más preclaro.
Aunque triunfen los lobos esteparios,
siempre quedará un gramo de ternura
que nos venga a salvar de la locura
de sentirnos rapaces adversarios.
Siempre quedará un soplo del aliento
que procura la gloria de estar vivos,
de sentir el latido del momento
por mucho que en la red, pobres cautivos,
respondiendo al eterno desaliento
nos soñemos fugaces fugitivos,
PORVENIR
El cauce de la tarde
arrastra con su lengua grasienta
los sueños que nuestra inocencia
teje febril en la mañana
y que han sido incubados
en el útero fecundo de la madrugada.
Suave y dócilmente
irán a sucumbir en las sordas
y negras entrañas de la noche,
donde pasarán a convertirse
en una gota más de la amargura
que sin tregua nos cerca.
O servirán de desengañada simiente
para volver a nacerse
en otras formas,
en otras sementeras;
que seguirán germinando eternamente
en el apasionado crisol
de nuestra etérea, insustancial sustancia,
que es preñada en las tinieblas
y que vienen a ser con cada nuevo día.


SU LIBERTAD
Del azul de las olas en verano
se pintaba la cara,
de terciopelo cálido de abril
sembraba su mirada.
Nadie la vio salir
de su celosa y plácida mañana.
Ni las lluvias de otoño
empañaron su alma.
Ni el lobo de la noche
se ocultó en los rincones de su casa.
A salvo de las cosas
que enmarañan las vidas cotidianas
y que enredan los labios
en confusas y pálidas palabras.
Aunque tuvo motivos
para blandir el hacha,
la que todos empuñan, empuñamos
en la vida diaria
para poner a salvo dignidades oscuras,
vanidades extrañas.
Pero ella no tenía
pleitos con su almohada.
Y por eso vivió
como le dio la gana.


SIEMPRE PIERDEN LOS MISMOS
En las flores y en los cardos,
en parroquias y en prostíbulos,
en calles y en azoteas,
entre padres y entre hijos;
en poblados y en aldeas,
en ciudades y caminos,
en la izquierda y la derecha,
en la virtud y en el vicio,
en el amor y en la guerra,
entre adversarios y amigos;
en la gloria y el infierno,
en la tierra, en el Olimpo,
entre presos y guardianes,
filósofos y científicos;
en Atenas y en Pekín,
en el Islam o el Budismo,
en la playa y en la sierra,
entre peces y entre anfibios.
En la radio y las revistas,
en ateneos y en casinos,
en la prensa y en la red,
aquí y en el quinto pino;
en los parques y en el bosque,
entre escritores y críticos,
entre tirios y troyanos,
entre griegos y entre asirios;
en palacios y en chabolas,
entre pobres y entre ricos:
en todas partes hay clases
y siempre ganan los mismos.
TU MIRADA
La noche lánguidamente
por el cerro se derrama.
¡Cuántos ansiosos suspiros
refleja la luna clara!
Y cuando el sol se despierta
y descorre la mañana,
un ejército de sombras
se esconde detrás del alba.
Y una luz despierta al mundo,
lo mima y lo pone en marcha;
por el brillo de tus ojos
madruga la madrugada.
Amores que están ardiendo,
consumiéndose en su llama,
dejad que pasen sus vientos
dejad que inunden mi casa.
Dejad que cerquen mi cuerpo
los chopos y las acacias,
que puede el sol esconderse
si me alumbra tu mirada.
VOZ DE TERCIOPELO
Como un cristal transparente
que deja entrever el pecho
como una sutil corriente,
como un amor satisfecho.
Tu canto, dulce lamento,
abrigando lo que toca,
pasa del alma a la boca
y de la boca a los vientos
Se esparce como semilla
fecunda, que de la tierra
se levanta hasta la sierra
y desciende hasta la orilla.
María, danos tu canto,
no lo arrojes al olvido,
con él aventan su llanto
los corazones heridos.
Danos el vidrio sagrado
que atesoras en tu pecho
y llévate por derecho
nuestro oído enamorado.
Besa el mundo despacito
con tu voz de terciopelo
para que alcance en su vuelo
los espacios infinitos.
LA CAÍDA
I
La afrenta cosmológica
Antes de zozobrar en las tinieblas,
soñaste un universo a tu medida,
a tu imagen heroica,
a juego con tus ínfulas.
Imaginaste un mundo muy pequeño,
cerrado, perentorio,
proyección de tu dicha,
amorosa extensión,
generosa guarida.
Poderosa ficción de un mecanismo
de esferas en perfectas armonías,
insondables y eternas,
fruto y reflejo de la luz divina.
Te figuraste un sol,
fiel guardián de flores amarillas,
eterno y arrogante,
testigo luminoso de tus días,
exclusiva candela
para el gran soberano absolutista.
Y en el centro tu casa,
exigiendo a los astros pleitesía.
Vanidades gloriosas
que la noche adivina
y secuestra villana en su mazmorra
de negra rejería.
Antes de encaminarte a los abismos
de grandezas marchitas,
fuiste el dueño de un orbe delicioso,
forjado pieza a pieza desde arriba,
donde un ser infalible,
con humildes arcillas
modelaba sustancias orgullosas,
dirigiendo la febril maniobra,
ordenando la fausta sinfonía.
Un mundo solitario,
de suaves colinas,
de oasis deliciosos,
circundado de arcángeles y glorias,
de acuarelas benditas.
Un orbe en una historia
con punto de partida,
destinada a una meta luminosa,
a una triunfal conquista,
a un final de los tiempos,
a una intrépida y titánica partida.
Un bastión donde osabas
orgulloso enfrentarte a la deriva,
jugando con ventaja,
ingenuas potestades pervertidas.
Mas un rayo de hielo
te despertó brutal,
te congeló en la boca la alegría
y con el verbo claro de la ciencia
te ofreció sus espinas,
te movió desde un trono
a una pobre y redonda pesadilla;
te trasladó del centro luminoso
a una banal orilla,
alejada de todo,
inapreciable brizna
olvidada del mágico infinito,
un átomo, una chispa
del eterno equilibrio
que el universo esconde en su agonía.
Nada que ya recuerde
al glorioso vergel vuelto cenizas,
minucias en medio de un vacío
cargado de mundos sin noticia,
de navegante amor por esos orbes
de importancias perdidas.
Sereno paraíso
convertido en vulgar melancolía,
en un limbo sin dueño,
en una lucha sin cuartel y sin salida.
II
La afrenta antropológica
Antes de naufragar en esta noche
de brillantes esferas,
de soles semejantes
a aquel que acariciaba tu cabeza,
te miraste supremo soberano,
elegido del Cielo,
el dueño de la Tierra.
Te apropiaste del fruto y del misterio,
del fuego luminoso,
de la verdad postrera.
Reinaste sobre plantas y animales,
pasiones y espejismos,
montañas y mareas.
Soberbio en tu ambición,
te adueñaste del reino,
izaste vanidades y fronteras
y sobre charcos cárdenos de sangre
erigiste un imperio de tinieblas.
Y lejos de amigarte,
convertiste el invento en una guerra.,
en un trágico invento,
en una triste página siniestra,
el corazón de un mundo solitario,
el centro de una fábula
escrita a mano por un dios a ciegas.
Antes de andar sin rumbo,
antes de tu inefable decadencia,
con tu cetro dorado golpeaste
venturas y promesas,
corduras y rincones,
mancillaste los mares y las sendas.
El mejor y el más grande de los seres
usando su poder contra sí mismo,
contra su propia mismidad ajena.
Un monarca entregado
a destruir su reino y su vivienda.
Desolado paisaje,
programada miseria
va dejando tu pie por donde pisa,
tierra quemada y muerta.
Aquel globo perfecto
se desinfló sin más, “porca miseria”
y poco a poco se nos fue alejando,
se convirtió en un punto
de un paisaje pletórico de estrellas.
Un agravio insufrible,
una injuria imposible y delirante,
una penosa ofensa
para el glorioso príncipe,
para el rey de la fiesta.
Pero aquel empujón evolutivo
emparentó tu gloria con las fieras,
te convirtió en momento, en un instante
de la cruel y azarosa contingencia;
en un vulgar anillo
de la indeleble y pertinaz cadena;
sin un soplo divino,
simple conglomerado de moléculas,
de infinitos caminos,
de innumerables dones en potencia.
Vulnerable a los vientos,
expuesto a las sorpresas,
vinculado a un proyecto
controlado sin rumbo desde fuera.
Ángel desalojado,
delirante cabeza,
imperceptible y ardoroso átomo,
espíritu sin reino,
lacrimosa materia
punto y seguido y no punto y final
de un texto que se escribe por su cuenta.
Sin planos y sin plan,
al puro azar se entrega
y al azar se dirige
para acatar sus fortuitas reglas.
III
La afrenta psicológica
Antes de tu derrota prematura,
antes de que perdieras los espejos,
de que te abandonaran las certezas,
de caer en el reino de los ciegos,
te soñaste piloto,
señor de tus adentros,
conductor racional de tu conciencia,
director de tu feudo,
capitán de una nave controlada
hasta el último extremo.
Delirios de grandeza de una mente
sin límites ni obstáculos,
entregada al albur de sus deseos;
señora de sus actos y sus obras,
tirana de sus voces y sus ecos;
ufana de su origen,
ángel forjado con cincel del cielo.
Animada materia
vencida, desolada,
perdida en un inhóspito desierto
que no encuentra raíces
donde poner su tronco y sus anhelos.
Tras aquella aventura,
te venció la nostalgia
dormida en los sonidos del silencio.
Antes de resignarte a la obediencia,
antes que esclavo de sus propios miedos
controlabas los hilos del presente,
dominando el pasado y sus efectos,
presintiendo el futuro,
desvelando misterios.
Estabas convencido de llegar
al fondo de las cosas,
al mar de los secretos,
explicando las causas,
desvelando sucesos,
proponiendo razones objetivas,
milagrosos milagros de otros tiempos.
Llegaste donde nadie
osó jamás llegar,
ni lobos ni corderos
fueron una amenaza para ti,
para tu orgullo en celo.
Nadie diría mirando tu semblante
que algún día moverían tus cimientos,
los pasos sigilosos
de los monstruos larvados del cerebro,
nadie iba a prever
que moverían tus hilos
que activan los motores de tu cuerpo.
Pero un día, de pronto,
los freudianos conceptos
echaron a volar todas las dudas,
remontaron el vuelo,
los pálidos fantasmas de las sombras,
los trágicos ello, ego, super-ego
y empezaste a notar que el inconsciente
pesa más que tus lógicos desvelos,
que se te estaban yendo de las manos
tus razones, tus credos,
tus falsas esperanzas
de un futuro cerrado y halagüeño.


Y empezaste a notar que no hay caminos,
sino sueño constante de senderos,
que las cosas no cuadran,
que vivir es jugar un juego incierto,
que la verdad se embarra
cada vez que se erige en privilegio.
Notas que estás perdido,
que te has vuelto un juguete
al capricho de impulsos negros, ciegos,
de instintos que someten
tu natural tendencia al devaneo,
tu inocente arrogancia,
tu triste condición de prisionero.
IV
La afrenta psicológica
Ahora en vano revuelves los escombros,
buscando el esplendor de aquella casa
entre granzas que ocultan
invisibles partículas manchadas
de aquellas frondosas apariencias
que antes te rodeaban.
Buscas en un océano de arena
un grano de nostalgia,
una estela fugaz de aquellos tiempos,
un gramo de nobleza acrisolada,
alguna explicación, una respuesta
que te enjuguen las lágrimas.
Pero el reino perdido no regresa,
se resiste a volver,
no soporta la claridad del alba,
porque era un espejismo
una ilusa entelequia alucinada,
una promesa rota,
una mentira amarga.
La tremenda caída
te dejó para siempre en la estacada
a merced de una leyes infalibles,
impasibles, impávidas.
En la noche agitada no hay recuerdos
que consuelen el alma.
Buscas sin ilusión y sin descanso
y encuentras que el tirano que reinaba
es una sombra errante,
una queja vencida, desahuciada,
un enfermo incurable
que sólo encuentra alivio en las palabras.
Buscas sin descansar y sólo encuentras
Vacilantes certezas
y verdades amargas,
en permanente fuga
deshaciendo su esencia en la distancia.
Ahora quieres volar,
pero te faltan alas,
apenas tienes fuerzas suficientes
para llenar de fuego tu mirada,
abatido y cansado de cargar
con la insufrible levedad del alma.
Buscas, pero tu ejército
se ha quedado sin balas,
a merced de un contrario
que sin cuidado y sin temor avanza.
Buscar y no encontrar
es la terrible maldición humana,
buscar para seguir
buscando más allá de la esperanza.
A bordo de tus pálidas desdichas
transportas las carencias que te lastran
y llevas como un torpe costalero
una existencia vaga,
un querer sin poder
encontrarle sentido a esta maraña,
a esta fronda que ciega los caminos,
a esta tibia existencia macerada.
Has de llevar a cuestas
tu esqueleto rendido,
tu lamentable estampa,
el halo que engalana al quebrantado
y tu insignificancia.
Vencido por tres fieras invencibles,
sin brújula que oriente tu escapada.
Muñeco del destino,
has de sufrir la sin igual desgracia
de estar encarcelado siendo libre,
de no saber tu sitio en este drama.
Sobrellevar en soledad con otros,
con indeleble dignidad humana
la mortal y terrible paradoja
el insensato sino que desarma
al que es capaz de presentir el todo,
no siendo más que un soplo de la nada.


