Los retratos de Chito
352.- José María Tornay. Cada loco con sus temas
Era evidente lo necesario de que un personaje tan polifacético y tan válido como José María Tornay anduviera por aquí. Era evidente que escribir estas humildes pinceladas sobre su persona era una tarea tan difícil como honorífica. Era evidente que aún sin conocerlo en profundidad, cualquier rondeño de a pie, cualquier rondeño de andar por casa puede decir sin miedo a equivocarse que es uno de esos rondeños necesarios.
José María Tornay es un alma polifacética capaz de todo y con habilidad para muchas cosas. En tiempos se dedicó a la enseñanza y el mejor testimonio que queda de lo que fue como maestro es la opinión de sus alumnos. Cada vez que me topo con uno de ellos y sale el nombre de José María Tornay es como si una llama iluminara su cara y su corazón se llenara de caramelos aunque sólo sea de recordar la tierna infancia y la fugaz adolescencia.
Ahí quedo su labor. Necesaria como la de todos los maestros. Importante como la de todos los educadores. Una labor que desarrolló siempre con la humildad de quien se sabe poseedor de conocimientos que necesita transmitir. Una fuente manando sabiduría. A mi no me dio clase nunca, pero sólo necesito ver la cara de quien ocupo un pupitre a su lado.
En el plano más artístico su validez va desde la pluma hasta la guitarra pasando por el rapsoda o el solista. Hombre completo y de inquietudes de las que enriquecen a un pueblo.
Durante muchos años ha estado en el TES y a día de hoy sigue haciendo teatro y sigue inventando cosas: Entre amigos, La Plaza del amor… son tantas ideas y tantos nombres que quedan como simples amalgamas de palabras en el aire en comparación de tanto hueco que han llenado y tanta cultura que han desprendido.
José María es un enamorado de la música. Ayer, cuando le hice esta foto, lo estuve mirando. Observaba absorto la belleza de dos guitarras y un bajo sostenidos en los atriles con la cruda frialdad de la cámara negra de un teatro. Con una gorrilla de marinero y media sonrisa se deleitaba con la escena como quien mira una obra de arte o un paisaje bonito. Para él eso es su vida.
Lo veo moverse, comportarse, expresarse y es como si estuviera viendo a su alter ego, a Serrat. Un Serrat de lo más serrano y con acento andaluz. Lo veo hablar y a ratos, me gustaría parecerme a él. Sólo que cuando llevas un rato mirando a José María Tornay te das cuenta de que es único e irrepetible.
Te das cuenta de que los bohemios todavía resisten el azote de los años y de la sociedad criminal que los cuestiona. Te das cuenta que la poesía todavía cabe en nos labios prestados.
Te das cuenta de que hay gente necesaria por lo que dice, por lo que piensa, por lo que hace…o por las tres cosas.
No lo duden. Es su caso. El caso de José María Tornay.
De comer dice que se quedó en principio con el queso. Cualquier tipo de queso. Aunque luego se acordó del marisco. Todo con una sonrisa. Todo con agrado. Todo como si hablar fuese soñar con la boca.
José María Tornay. Arte y sensibilidad.