Mis Personajes: actrices, actores, cantantes
Me ha costado un esfuerzo sobrehumano elegir tan sólo a tres de cada especialidad. Cada uno de ellos representa a muchos otros que siguen una misma línea de genialidad, talento, independencia, honestidad, generosidad, amor por la libertad, por el pensamiento libre, etcétera, etcétera. Aunque a los que más admiro están a mi alrededor, pero no sé cómo citarlos a todos.
ACTRICES
ACTORES
CANTANTES
¡Ay, Scarlett Johansson, misteriosa
princesa de los focos luminosos,
de los ojos traviesos y orgullosos
de mirar su propia imagen tan hermosa!
¡Ay, reina que a la cámara enamora
con la cálida luz de la elegancia,
que brota de su ser como fragancia,
que nace desde el centro de su aurora.
¡Ay, dulce y enigmática Escarlata,
caricia que derriba las fronteras,
azul de mar y sol de primavera,
fulgor que mis penumbras desbarata;
me abraza el corazón, aunque no quiera,
mi linda y enigmática Escarlata.
Esta señora rubia es una fiera
salvaje, irresistible, luminosa,
carnal, incandescente, peligrosa,
bucólica, indomable y hechicera.
Sus labios son promesa apetitosa,
sus pechos son dos gotas de ambrosía
y en sus ojos la augusta poesía
bebe el fuego que alumbra nuestras cosas.
Carnal, evanescente pincelada,
que llena el corazón enamorado,
abrazado al carmín de una mirada
escandalosamente derrotado;
soñándola te olvidas de la nada,
mirándola te acuerdas del pecado.
En la España de cisco y de alma quieta,
de caciques, Azor y dictadura,
dos faros alumbraban la amargura:
los ojos misteriosos de mi Greta.
Una diosa de hielo incandescente,
una gata surcando los tejados,
en busca de los cielos olvidados
desde el suelo más tópico y corriente.
Del cine, transitaba, al corazón
como un ángel caído, la frontera,
transparente, intangible y verdadera.
Sutil como una pompa de jabón,
me ayudaba a vivir en la ilusión
de comenzar a ser el que no era.
Eterno y cenital Mario Moreno
Cantinflas, entrañable y mexicano,
testigo del temblor de los humanos,
defensor de lo cómico y lo bueno.
Maestro, poli, prófugo, bombero,
licenciado en el arte de la vida,
fotógrafo, tahúr, titiritero,
tirita que repara las heridas.
Su verbo, ese gazpacho delirante
se ajusta a la razón de sus caderas,
a su gran corazón de comediante,
que derramas su miel por las aceras.
Quijote y caballero, este gigante
Nos enseñó a vivir de otra manera.
Con su bastón, ligero de equipaje,
mientras transita ingrávido, travieso,
con la pierna en el aire tira un beso
y se funden persona y personaje.
Etéreo, fugaz, equilibrista,
vanguardista, agitado, transgresor,
sensible a la llamada del amor,
trascendental, humano y humanista.
Eterno comediante, este insolente
agitador del orden de las cosas,
perturbador del alma y de la mente,
que cambia las espinas por las rosas,
se mueve como un rayo entre la gente
con su mirada grave y misteriosa.
Un colt cuarenta y siete en la mirada,
un rifle que te apunta al corazón,
un andar femenino, una canción,
que suena en los desiertos de Nevada.
Un jinete amarrado a una leyenda,
una estrella de sheriff en el pecho,
un wiskhy doble, un cactus y un, sospecho,
alma noble labrada en la contienda.
Estrella de mis sueños más lejanos,
aún remueve mi talla de gigante
tu figura gallarda y tu semblante;
tu ejemplo de centauro americano
me colocó a tu vera mano a mano
en busca de cuatreros maleantes.
Sigue cantando al alba, Juan Manuel,
sigue siendo el audaz titiritero,
que hizo cantar a aquel niño yuntero
sentado en un barquito de papel.
Sigue cantando al mar, azul, tan nuestro,
a esa gran Barcelona de tu fiesta,
sigue dando tu cálida respuesta
a un mundo tan inhóspito, maestro.
Sigue rondando el alma de Lucía,
la rueca de Penélope, la encina,
los tangos de tus gauchos de Argentina,
devuélvenos a todos la utopía
que siga tu guitarra peregrina
sembrando la ilusión de un nuevo día.
Llevo dentro, cercanos, permanentes,
tu cobarde, tu tren, tu romería,
tu Asturias, tu mendigo, Adela mía,
azuzando la esfera de mi frente.
Asturiano impertérrito y prudente,
un corazón al sol del mediodía,
otra forma de amar la melodía,
otra voz eludiendo la corriente.
Lo mismo que el abuelo allá en la mina
con paciencia flemática y minera
le arrancaba a la tierra su tesoro,
agarrado al dolor de una rutina
saca Víctor Manuel de su chistera
sus versos y su música de oro.
Joaquín es un juglar contra corriente,
travieso, juguetón, extravagante,
que se bebe la vida Dios mediante
como un soldado trágico y valiente.
Sin pelos de la lengua, este tunante
conoce los pecados de la gente,
el pasado, el futuro y el presente,
la noche por detrás y por delante.
Agudo, perspicaz y visionario,
alumbra con la luz de una canción
la niebla donde lucha el corazón
con la arisca aridez del diccionario.
Y la vida se vuelve una canción
en la boca de un loco estrafalario.