Mis Personajes: Poetas, Dramaturgos, Novelistas
Me ha costado un esfuerzo sobrehumano elegir tan sólo a tres de cada especialidad. Cada uno de ellos representa a muchos otros que siguen una misma línea de genialidad, talento, independencia, honestidad, generosidad, amor por la libertad, por el pensamiento libre, etcétera, etcétera. Aunque a los que más admiro están a mi alrededor, pero no sé cómo citarlos a todos.
Al principio, moderno modernista,
alumno de Giner, aquel rondeño
perseguidor incansable de un sueño,
y como Antonio, auténtico krausista.
Este sabio, formal y generoso
puso en verso mis dudas y tus penas,
mis amargas derrotas, tus colmenas,
con su pulso certero y silencioso.
Este mortal sensible, humano y bueno,
víctima del rencor de aquel presente,
se atracó del hispánico veneno,
que lo fue asesinando lentamente;
y todo por aquel error obsceno
de soñar una España diferente.
Este gallego de barba de chivo,
de sangre caliente y prosa nirvana,
verbo radiante, fugaz filigrana,
fulano simpar, gomoso y altivo.
Pomposo y rimbombante esteticista,
a la vez perifrástico y sensible,
esplendente hasta extremos imposibles
de su propia cosecha modernista.
Bohemio de café y de biblioteca,
vanguardista en un arte decadente,
exótico y extraño ciudadano,
descreído y amante de lo azteca,
ceceante, bocazas y valiente,
carlista y, a la vez, republicano.
Ese manco preñaba sus entrañas
con las miserias y las desventuras,
que asolaban las lóbregas y oscuras
verdades de una pobre y triste España.
Y acometió la colosal proeza
de trocar la congoja en hermosura,
de mudar en juicio la locura,
de templar con los libros su cabeza.
Su pluma fue más fuerte que su espada
su ingenio más rotundo que su gloria,
su prosa tan audaz como su vida
y en su recia verdad idealizada
se palpa la derrota y la victoria
del hombre revolcándose en su herida.
Devuélveme los versos, Federico,
que robaste a los dioses, oportuno,
devuélveme los versos uno a uno
devuélvelos, por Dios, te lo suplico.
Regálame el arpegio del jilguero
y préstame tu voz enamorada,
dame una pizca así de tu mirada
y un átomo sin más de tu aguacero.
Y no olvides las penas del gitano
ni la sal en la llaga neoyorquina,
ni la piel de la tarde que termina,
ni el fuego de tu aliento provinciano.
y déjanos también tu voz, hermano,
para que ayude a andar al que camina.
Yo quiero se llorando el hortelano
del fruto de la flor de tu simiente,
para sentir lo mismo que tú sientes
compañero Miguel, amigo, hermano.
Y contigo en la brecha, mano a mano,
con los labios, los ojos y la frente,
construir un poema diferente,
que convierta tu invierno en mi verano.
Volverás a mi huerto y a mi higuera
por los altos andamios de las rosas
y a la grupa de luz de aquel lucero.
Te espero como el viejo al sol espera,
que tengo que contarte muchas cosas,
compañero del alma, compañero.
Desde el mirador de su Codorniz
puso en solfa los hábitos mezquinos,
pequeños, malolientes, peregrinos
de una nación tacaña e infeliz.
Las lacras de una pobre sociedad:
la crueldad, la mugre, la indecencia,
más la frivolidad, la decadencia,
el vicio, los rencores, la maldad.
Abúlico, indolente, perezoso,
Mihura parodiaba en el papel
con Tono, con Neville y con Jardiel
un mundo corrompido tenebroso.
Tres sombreros de copa en el cartel,
absurdo don Miguel, maravilloso.
Un sabio que creció entre bambalinas,
entre cómicos, luces y telones,
entre intrigas, manejos y traiciones,
en una España triste y en ruinas.
De joven fue ferviente comunista,
pero tras los desastres percibidos
y los golpes cobardes recibidos
se convirtió en vital posibilista.
Poeta y dramaturgo condenado,
-recuerdo aquella imagen de Miguel
pudriéndose en la cárcel junto a él
a muerte por rebelde imaginado.
Dejó su impronta sobria en el papel,
marcando un rumbo libre y recordado.
Este doctor de boina vascongada,
taciturno, agorero y pesimista,
un poco taumaturgo y alquimista,
tiene luz y tristeza en la mirada.
Pluma fiel de nobleza aquilatada,
pintor de fina brocha realista
escéptico, andarín, casi anarquista,
indagador profundo de la nada.
Liberal, escalpelo y descreído
de los males del alma cirujano,
español, ambulante y perseguido,
solterón, insolente y cartujano,
dictó la solución contra el olvido:
solo la acción redime al ser humano.