Pregón de la Feria de Pedro Romero 2009
UNA MUESTRA DE LOS MENSAJES RECIBIDOS
No te pude oir por estar ausente,pero tras leerlo detenidamente,he comprobado la magnitud de tu pregón.Has parido una obra de arte para disfrutarla en el presente y recordarla en un futuro.Mi más sincera felicitación.Daniel P-C.
Ronda 23 de Septiembre del 2009
Querido Jose Maria:
La reina del escenario, nuestra amiga Auxiliadora Madrid, me comentó que en la carta de agradecimiento hablabas de mi, y nuestro amigo Juan Antonio García me dio tus datos para entrar en tu pagina; como no tengo ordenador he tenido que buscar ayuda.
Las gracias tenemos que dartelas a ti, sobre todo yo que hablas de mí con esa generosidad y belleza que no merezco.
Gracias a ti por escribir ese hermoso y sublime pregón, gracias a ti por acompañarnos a esos maravillosos rincones de nuestros barrios, por todo lo que nos aporta, por contarme entre tus amigos, por esa pagina 147, por ese perfume a churros, por ese clavel en la maceta, por los gatos y las abuelas, por esos bocadillos rebosantes por fuera y escatimados por dentro, por ese Paquillo el Pujarreño, por ser Ordoñez en la pluma, por hablarle de tú a Serrat, por esas monjas y sus pestiños, por los jovenes de todas las edades, por los que tiran del carro, por hacernos soñar, por enseñarnos a valorar esas pequeñas cosas, por toda tu generosidad, GRACIAS, MUCHAS GRACIAS, MAESTRO.
Con todo mi agradecimiento, respeto y admiración.
Tu amigo: Juan Alba
El auditorio se calla,
habla de Ronda un rondeño
que pregona sus virtudes
a pesar del fuerte viento.
Música que su voz quiebra
para pintar sentimientos
en bellos atardeceres
que se funden con el cielo.
¡ No es fácil hablar de Ronda!,
de la ciudad de los sueños
porque su grandeza escapa
entre el espacio y el tiempo.
Después de escucharte creo
que Dios desde el firmamento
si alguna vez lo ofendiste
perdonó tu atrevimiento.
Enhorabuena. Con cariño. Lola Rivero
Enhorabuena, vaya peaso Pregón. Incluso el viento claudicó ante tus palabras. Palabras, Emoción,Tiempo, Ritmo…¿Cuantos colores en la paleta de tu voz para pintarnos Ronda en el lienzo del alma? Te reitero mi enhorabuena y te doy las gracias por ese momento que nos regalaste. Paco Lora
Muchas, muchas felicidades por tu precioso pregón, por lo bien que lo has declamado, sentido e interpretado. Tu espontaneidad y bien decir han dado para mi gusto, un fruto exquisito. Te repito mi felicitación por ti mismo y por el hecho de compartirlo con todos nosotros.
Un abrazo. Mª Isabel Hurtado
TEXTO DEL PREGÓN
1ª PARTE
Y uno se cree
que las mató
el tiempo y la ausencia,
pero su tren
vendió boleto de ida y vuelta.
Son aquellas pequeñas cosas
que nos dejó un tiempo de rosas
en un rincón,
en un papel
o en un cajón…
(SIGUE LA MELODÍA DE LA CANCIÓN HASTA EL FINAL DE ESTE ELOGIO DE LAS PEQUEÑAS COSAS)
Las pequeñas cosas,las que vamos a convocar aquí esta noche, las mismas que nos devuelven a tiempos míticos de nuestra prehistoria personal cada vez que reaparecen, traviesas, indomables, curiosas y obsesivas. Las mismas que nos arrullan y nos inquietan a diario, que nos afirman y nos hacen temblar. Esas pequeñas cosas, que endulzan la boca y acarician la piel; que huyen de las grandes palabras y de los pesados conceptos.
Pequeñas cosas que evocan y convocan como enormes aldabones golpeando en la puerta enigmática de la conciencia: la compañía imprevista, la soledad oportuna, la mirada que conduce ternura, la boca que siembra besos, la palabra que abraza, el silencio que clama, el esfuerzo abnegado de tanta entrega anónima…Esas pequeñas cosas que, por mucho que uno lo intente, es imposible dejar de preferir a otras más grandes y distinguidas:la caricia del azahar en primavera al olor sofisticado del perfume más sutil; el calor de la barra al glamour de las mesas abundantes; uno no puede sentirse culpable por preferir el resplandor de unos ojos al brillo industrial de las farolas; un vaso de vino a un cóctel, un aldeano a un ejecutivo…yo siempre voy a preferir el lunar de tu cara a la pinacoteca nacional.
2ª PARTE (en el atril)
– Ilmo. Sr. Alcalde, Sr. Delegado de Fiestas, Sres. y Sras. Delegados y Delegadas del Excmo Ayuntamiento, Sra. Presidente de las Damas Goyescas, queridas Damas Goyescas, queridos conciudadanos, ¡buenas tardes a todos y el deseo por adelantado de una buena feria!
Me vais a permitir que salude de manera especial a 5 alumnas (Ana, Gema, Mª Isabel, Rocío y Marina), magníficas estudiantes y mejores personas, que desmienten el falso tópico de la juventud apática y desinteresada).
– Gracias a María Marquez, la conductora de este acto, esa preciosa voz de la Serranía.
– Gracias a la presentadora, que se ha valido de su natural excesivo (en el talento, en el corazón y en la generosidad con los amigos) para acentuar de forma desmedidas unas cualidades que no tengo, sino que más bien estoy luchando denodada e infructuosamente por adquirir.
– Gracias a los técnicos y al personal que han montado y mantienen este magnífico tinglado de luz y de sonido.
– Gracias a todos los que participarán en esta velada.
– Gracias al TES de Ronda por su apoyo insustituible y siempre incondicional, con su director y alma máter, José Mª Ortega a la cabeza y a José Manuel Ríos por su ayuda técnica y a Antonio Becerra, visionario de la escena y de la vida.
– Gracias a los maestros, Rafael García Montes, Pablo Jiménez y Antonio García Montes, por su sabiduría y talento al teclado, al acordeón, y a la guitarra. Siempre es un placer, amigos, compartir escenario con vosotros.
Y gracias al responsable o a los responsables del decorado, por diseñar y montar ese telón de fondo incomparable y glorioso, envidia y objeto del deseo imposible de todos los teatros y auditorios del mundo.
Un aprendiz de juglar
enfrentado a este auditorio
pregonando las grandezas
de este pueblo misterioso.
¡Qué locura por mi parte!
¡Qué imprudencia don Antonio!
Cuando D. Antonio Palma me propuso esta tarea, mi primera reacción fue la de huir; luego, el calor de mis amigos y el honor que conllevaba el encargo, me hicieron aceptar resignadamente lo que no me vi con fuerzas para rechazar.
Dos razones me empujaban a correr:
– La primera es que Ronda no necesita pregón. Ronda no precisa pregonero. ¿Para qué dibujar con palabras lo que la naturaleza y la mano de nuestros antepasados dejaron en un estado de insuperable esplendor? ¿Para qué embellecer la belleza? Ronda se basta y se sobra para pregonarse a sí misma. No. Ronda no necesita pregoneros; necesita paseantes con los poros del alma abiertos para empaparse del lujo de sus cadencias, de la magia de sus callejones, del misterio de sus mitos y leyendas, del vigor de su piedra serrana, de su historia recia y profunda, de su matriz forjadora de mujeres y hombres sabios y sensibles. Ante Ronda sobran las palabras. Ante Ronda sólo caben la emoción y el sobrecogimiento.
– La segunda razón que justificaba las dudas primeras es que sería otra pretensión exagerada tratar de alcanzar, ni siquiera emular, a tantos cuantos en ocasiones anteriores a ésta y de forma magistral, ya han cantado las glorias y encantos de las grandes cosas de esta bendita ciudad, tocada por la varita mágica de los ángeles encargados de repartir la belleza por el mundo. Eso ahí queda y es inmejorable. Dejémoslo estar.
3ª PARTE (en el atril)
Así que sólo vislumbré una salida. La que hemos esbozado en el preámbulo: recurrir a las pequeñas cosas, aquéllas que Serrat convirtió en aguijones del alma, en el carburante imprescindible de nuestra ajetreada y deambulante vida cotidiana.
Esas pequeñas cosas con las que alimentamos el corazón y que son las que le dan sentido a la existencia. Las pequeñas cosas son las cosas importantes, las únicas cosas importantes; lo demás es parafernalia, literatura, que no cala hasta los huesos, que no inunda cuando pasa…Las pequeñas cosas, en cambio, nos mojan a diario y nos agarran con fuerza a las raíces, a los afectos y a los sentimientos.
No, de Ronda yo no voy a glosar la hondura sublime del Tajo, ni la elegancia y el equilibrio supremos del Puente Nuevo; ni la corona agreste de ese paisaje sobrio y espectacular que adorna su majestad de ciudad sublime e imposible. Tampoco pondré en primer plano a ese círculo mágico donde la tauromaquia se convierte en la quintaesencia del arte cada vez que un torero sueña la faena de su vida; ni a esa catedral, que traslada a sus visitantes de la tierra a la gloria, como si tal cosa. Nada diremos de Antonio Ordóñez, (una pluma en la muleta; un verso en cada lance), ni de Pedro Romero, (el padre de la fiesta, el patrón de estos festejos). No, no diremos nada tampoco de ese emplazamiento deslumbrante, entre el cielo y el abismo, en el punto justo de equilibrio en el que, Ronda, sin dejar de ser terrenal, se proyecta hacia los espacios siderales de una forma natural, sin excesos ni timideces.
Yo quiero pasear con vosotros, queridos paisanos y paisanas, por algunas de sus calles y de sus plazas, por sus jardines y rincones, que recogen nuestro trajín diario; Yo quiero pasear con vosotros para que Ronda salga a nuestro encuentro; para que Ronda se pregone sola. Con vosotros y vosotras, que sois y somos lo más importante de esta ciudad. Por muy grandes que sean las ciudades y los pueblos, por mucho arte o historia que atesoren, lo esencial siempre es la gente. La gente que los ocupa y que pasea por ellos sus zozobras y sus alegrías, sus dudas y sus certezas, sus temores y sus vanidades; Esos que ponemos nuestra meta en sueños y quimeras (pura condición humana), pero que nos agarramos irremisiblemente al clavo ardiendo de las pequeñas cosas donde encontramos el cobijo necesario, el refugio imprescindible para guarecernos del temporal de las crisis y las pandemias, de las alarmas interesadas y los miedos oportunos. Esos que hacemos la historia, aunque no aparezcamos en los libros de texto; los que tiramos del carro, aunque no seamos protagonistas de nada; los que configuramos el paisaje humano y diario de nuestros espacios colectivos, aunque no firmemos en ningún libro de honor; los que desde el anonimato de nuestras existencias calladas y prudentes, forjamos con nuestros esfuerzo y voluntad, contra viento y marea, el presente que nos acoge y el futuro, más o menos imperfecto, que queremos para nuestros sucesores.
Si Ronda es sublime,alta, egregia, noble, insigne, fiel y fuerte… ¿qué adjetivos tendríamos que inventar para calificar a sus pobladores, de ahora y de antes, a los que con su talento, ingenio y sensibilidad fueron tejiendo, cuidando y mimando esta pieza maestra de orfebrería que es nuestra ciudad y su entorno?
Las ciudades y los pueblos son el resultado de la brega diaria, del quehacer abnegado y silencioso de los que cada día hacemos el supremo esfuerzo que el despertador nos solicita para enfrentarnos, como piezas disciplinadas y creativas, al engranaje que mantiene viva a la sociedad y a la historia.
Pero, comencemos; acudamos al encuentro de la Ronda que a sí misma se pregona. Busquemos las pequeñas y sublimes sensaciones que su encuentro nos provoca; salgamos en su busca, empapémosnos de su fragancia. Nuestro recorrido podría empezar en cualquier parte de esta ciudad embrujada; cada punto de su anatomía podría abrirnos una puerta hacia el éxtasis. Nosotros lo haremos por el centro, porque nos coge más cerca y porque quiero llevaros por los barrios que atesoran mis pequeñas cosas más preciadas. Pero seguro que cada uno de vosotros tiene su ruta sentimental, su singladura personal según la Ronda que cada cual tiene prendida en sus entrañas. Vayamos, pues, a ese corazón urbano, por donde nuestros pequeños afanes circulan y se cruzan sin apenas descanso; por esa carrera de Espinel, por esa Bola que debió ser tan imponente y poderosa, que le robó la calle al insigne poeta, al más grande de los poetas rondeños y maestro de los grandes poetas españoles del Siglo de Oro. Y es que cuando el pueblo rompe a nombrar, se impone a voluntades políticas y académicas. Empecemos, pues, por ese…
Consuelo de estresados corazones
carrusel de mentiras y verdades,
pasarela de torpes vanidades
jolgorio de miradas y mirones.
Torrente de pequeñas ambiciones,
potente difusor de actualidades,
entre ofertas, rebajas, novedades,
se afanan tremulosas emociones.
De encuentros fugitivos y constantes
se alimenta tu piel, músculo inerte;
de niños caprichosos y tunantes,
de ese sol que se asoma para verte.
De hombres y mujeres paseantes
que encuentran su placer en recorrerte.
Mas, seguidme, que en la orilla de esta calle reina la plaza del Socorro, donde, si buscáis bien, también encontraréis por allí depositadas, alguna que otra de esas pequeñas cosas que nos remueven las entretelas más escondidas.
Lugar de citas y encuentros
fortuitos y obligados,
voluntarios y sabrosos,
en las tardes de verano.
Por las mañanas el sol,
que asoma por los tejados
pone una alfombra de luz
a los impacientes pasos.
Hay una brisa que besa
y acaricia sin descanso,
a todas horas brotando
de su corazón urbano.
Y atravesando a trompicos ese inmenso comedor en que se ha convertido el centro de la Ciudad, donde los visitantes, en horas intempestivas, reponen las fuerzas perdidas por tanto paso y por tanta emoción derramados en sus aceleradas visitas, nos vamos por la calle Pedro Romero hasta la calle Virgen de la Paz, donde…
Siempre nos espera
desbordando las aceras
una fugaz marejada
de festivos caminantes,
de asombrados paseantes,
de curiosos en manada.
Si subimos hacia la Plaza de la Merced nos encontramos con un sueño hecho realidad vegetal. Al borde del abismo que la proyecta hacia espectaculares ocasos, reina un rincón celestial, del que el diseñador del paraíso copió sus planos.
(VUELVE EL TEMA MUSICAL DEL PREGÓN, MUY SUAVE, HASTA EL FINAL DEL SIGUIENTE POEMA)
Escenario de suspiros,
de enamorados sedientos,
de ilusiones infantiles
bajo los tejados frescos.
Reposo de almas cansadas
y de doloridos cuerpos.
Testigo de los furores
que llevan dentro los vientos.
Mítica estampa serrana,
celosa de sus secretos.
Nido de besos robados
en procelosos encuentros.
Siempre al borde del abismo
siembre mirando hacia el cielo,
dulce Alameda del Tajo,
paraíso de mis sueños.
Y mirando hacia el poniente, desde el balcón que reclama nuestra curiosidad por su nombre impúdico (sicalíptico), nos encontramos, en cada atardecer, un poema diferente; un poema de luz y de color…
Anda buscando el sol su madriguera
y en Ronda deja un rastro de primores,
un mosaico de plácidos colores,
un brochazo de eterna primavera.
Rompe el velo la clara cordillera
dibujando paisajes soñadores,
de tardes, de penumbras y de albores
vestidos por la gama arrebolera.
Lanza en su adiós un luminoso guiño
al Tajo que descansa bajo el Puente
y lo mismo que duerme y sueña un niño
con pesadez de sueño se retira.
La noche se presenta de repente
mientras la tarde sin dolor expira. (FIN DEL TEMA MUSICAL)
Y antes de llegar al puente, amigas y amigos, (MELODÍA, EN TONO MENOR, DE ACORDEÓN, MIENTRAS DURA ESTE POEMA) nos recibe la plaza de España…Es forzoso detenerse. Aquí duermen tantas sensaciones que siguen vivas dentro de tantos de nosotros…
Plaza del Parador,
plaza de España,
con sus puertas abiertas
y su farmacia.
Con sus bares cerrados
y su cerámica,
con Ríos Rosas pendiente
en su atalaya,
con su plaza de abastos,
pura nostalgia.
Por su cine y su torre
aún brotan lágrimas,
y por su barbería
lloran las barbas.
Plaza del Parador,
Plaza de España. (FIN DE LA MÚSICA)
Y nos vamos hacia el puente…
siempre atestado de gente
con los pellejos al viento
que no para ni un momento
con sus cámaras en ristre
y ese espectáculo triste
de los coches en hilera
parados y en las aceras
otros impidiendo el paso.
Y la gente, por si acaso
por en medio de los coches.
Pero volvamos al puente,
con sus tres esbeltos ojos
y sus grajos y sus rojos
y limpios atardeceres,
sus hombres y sus mujeres,
sus niños y sus escuelas
y ese frío que se cuela
y te congela hasta el alma.
Pero volvamos al puente
siempre atestado de gente,
trasunto fiel de la vida,
lugar de entrada y salida,
de paso de caminantes,
de caballeros andantes
y damas enamoradas,
de pasiones encontradas,
conjunción copulativa:
cópula de piedra viva
que concilia los contrarios
y que admite en sí los varios
y curiosos personajes
que conforman su paisaje;
lleno de gentes sencillas
y de sus medias costillas,
esos que tiran del carro,
que no le temen al barro
y que pagan su sustento
a los que viven del cuento…
Y aquí abandonamos estas aleluyas precipitadas y bulliciosas, como el puente al que cantan, porque estamos llegando a la calle Armiñán, la puerta de entrada a los dos barrios más antiguos de Ronda. La historia aquí se vuelve interminable y se remonta a los albores de nuestro origen como comunidad. Esta calle Armiñán que…
Entre recios soportales
va desde el Puente hasta el barrio.
Como una madre rumbosa
en su rastro va dejando
sabor de cal y de rejas,
de balcones olvidados.
¡Cuanta memoria dormida
hay debajo de su asfalto!
las pisadas y sus ecos,
las rodadas de los carros,
el rumor de los murmullos,
los cascos de los caballos
de bandoleros sangrientos,
de señoritos ufanos;
las lágrimas y las risas
de los lances cotidianos.
En busca de las Murallas
va desde el puente hasta el Barrio,
desde los cerrados cerros
hasta los abiertos campos.
Y antes de alcanzar esas murallas nos detendremos en La Ciudad, germen y origen de Ronda, desde donde se ha seguido proyectando y creciendo en su viaje eterno hacia el futuro. Aunque más bien parece que por aquí no transcurre el tiempo, que aquí se detiene, tal vez distraído y obnubilado ante tanto esplendor.
(TEMA DEL PREGÓN, CON TODAS LAS VARIACIONES QUE CONSIDEREN LOS MÚSICOS, HASTA EL FINAL DEL POEMA)
Como una noche incendiada
mi barrio tiene la sangre:
azul de mirar al cielo,
dulce de tanto mirarse.
Mi barrio tiene una luz
que derrama por sus calles
como un tesoro infinito
de todos, pero de nadie.
Mi barrio está siempre lleno
de gentes de todas partes
que nunca comprenderán
sus secretos ancestrales,
esos que sólo conocen
los que sus sueños comparten.
Mi barrio tiene la piel
curtida por mil azares
y en sus venas fluyen gotas
de linajudos linajes,
por eso siempre parió
apellidos respetables:
testigos y testimonio
de indelebles lealtades.
Mi barrio dibuja escudos
coronando los portales,
de muy rancios abolengos
y de oscuras vanidades.
Pero mi barrio también
sabe mirar adelante,
quiere encarar el mañana
y el presente más vibrante.
Mi barrio vive hacia adentro
y por sus poros se evade,
se proyecta hacia el pasado
y hacia el futuro se esparce.
En sus arterias los piercings
se alinean con los trajes
y las severas beatas
con alegres colegiales.
Mi barrio tiene fronteras
que limitan con el aire,
con murallas infinitas,
con tapices celestiales.
Mi barrio es parte de mí
como yo de mis verdades;
no puedo reconocerme
sin mirarme en su paisaje.
(FIN DE LA MÚSICA)
A mi barrio se entra por la calle, tal vez, más fotografiada del mundo…
Este Tenorio
no era un don Juan,
ni un burlador
ni un vil truhán.
Era un político
de armas tomar
y un cargo bueno
en la capital.
Y por ella se llega a otra plaza, otro enclave bautizado popularmente en contra del nombre oficial…
Pero antes de irnos a esa plaza, giramos un momento a la izquierda, porque os tengo que enseñar mi calle. Es sólo un momento y enseguida volvemos a este punto…Mi calle, como tantos rincones de mi barrio, invita al amor…
Un clavel en la maceta,
la maceta en el balcón
y la mano de la dueña,
más hermosa que la flor.
Balcones de mi calle,
¿qué estáis mirando?
dejadme que yo siga
sus dulces pasos.
Que nadie nos vigile,
cerrad las puertas
que quiero estar a solas,
solo con ella.
¡Ay, quién pudiera
recorrer a su lado
las alamedas!
Y ya que estamos aquí y puesto que es pequeña y responde a nuestro propósito de evitar en lo posible lo grandioso y trascendente, os mostraré el…
Santuario de la Paz,
regocijo de las almas,
virgen preñada de amor,
vecina de quien les habla.
Canta un cárabo su canto
en su elegante espadaña
y yo llevo en la cabeza
sus familiares campanas.
Patrona de los rondeños,
alcaldesa pura y santa;
a la Virgen de la Paz
los auroreros le cantan.
Pero volvamos a la calle Tenorio y sigamos nuestro itinerario buscador de la Ronda que a sí misma se pregona y en cuyos rincones todos tenemos pequeños tesoros escondidos. Esa Ronda que encierra nuestras pequeñas cosas inefables, que manan a borbotones por todos y cada uno de sus poros.
Pero antes, haremos otra pausa (SUENA ACORDEÓN, NOSTÁLGICA). Yo no puedo pasar por esta calle (tampoco pueden hacerlo multitud de rondeños) sin entrar en la casa de Don Bosco, en la sede del TES legendario. Allí están, retozando alrededor de su fuente las pequeñas grandes cosas que llenaron los mejores años de nuestra juventud…
En tus jardines viven los mejores
instantes de ese tiempo irreverente,
primera juventud torpe, imprudente,
escarchada de dudas y temores.
Cupido disparó desde tu fuente
hacia mí la saeta envenenada
que dejó mi sustancia enamorada
de unos ojos y un cuerpo adolescentes.
Una guitarra, un micro y un piano,
y el ritmo y el calor de unos amigos
transformaron mi vida en melodía.
Aún llevo aquellas notas en mi mano
y para siempre vivirán conmigo
porque siguen sonando todavía.
Y ahora sí estamos cruzando la Plaza antes anunciada…la del Campillo.Vecina de esta plaza hay una calle…
Adornada de piedras y de pasos
perdidos de azarosos caminantes,
hoy como ayer, ahora igual que antes,
su frente apunta al increíble ocaso.
Su brevedad discurre entre un palacio,
la casa de un marqués y una plazuela
donde toman el sol gatos y abuelas
y la vida y el tiempo van despacio.
Siento haber pasado de largo por mi primer Colegio y el de tantos paisanos, Santa Teresa; también lo haremos por el segundo, “El Castillo”. Hay en ellos encerradas demasiadas “pequeñas cosas” y no conviene abandonarse demasiado a la nostalgia. Tiempo habrá otro día…Y pasando por delante del Palacio de Mondragón, llegaremos por un laberinto de ruedos y callejones, hasta un lugar de ensueño. Aquí, ante ustedes, la Plaza Duquesa de Parcent (o de Santa María)…
(TEMA DEL PREGÓN, MUY SUAVE, HASTA EL FINAL DEL POEMA)
Ay, plaza de mi infancia!
¡Ay, rincón de mis juegos!
De mis ojos sin nubes,
de mis días sin miedo.
De una historia a estrenar,
de un futuro completo.
Duquesa de Parcent,
¡cuánto te quiero!
Me diste otro horizonte,
un mundo nuevo,
un mundo diferente,
un mundo viejo,
en tiempos complicados,
en buenos tiempos,
tiempos en que soñaba
que yo era eterno.
Guardada por castillos
y nobles templos,
Duquesa de Parcent,
¡Cuánto te quiero! (CESA LA MÚSICA)
Mas sigamos, que ya estamos terminando; si descendemos por “las escalerillas”, volvemos a encontrar la Calle de Armiñán; ella nos llevará al Barrio. Los rondeños no necesitamos decir su nombre para saber hacia donde nos dirigimos…
Con sus calles empedradas
y su dilatada historia,
con “El Sucio” en la memoria
y sus tremendas heladas.
Su Llanete y sus pendientes,
con sus bares y sus dueños
y Paquillo “el Pujarreño”,
paradigma de sus gentes.
Con su santa cofradía:
Hermandad del Santo Entierro,
sus balcones y sus cierros,
su tristeza y su alegría.
Con su pilar centenario,
con su Iglesia y sus conventos,
su falta de aparcamientos
y con su trajín diario.
Con sus viejos y sus niños,
con su alameda y su feria,
su sabor a periferia,
sus monjas y sus pestiños.
Con sus osados empeños,
con su propia idiosincrasia,
él es por antonomasia
el barrio de los rondeños.
Y por un camino viejo (ACORDEÓN A LO LEJOS), pero remozado, que va bordeando las centenarias Murallas, alcanzaremos dos pequeños puentes casi superpuestos…
Testigos de los afanes
que deja el hombre en el viento,
en esa red impalpable
que van tejiendo los tiempos.
Pasillo entre dos historias,
dos almas de un mismo pueblo.
Tránsito de soledades,
de búsquedas sin encuentro,
de verdades sin memoria,
de mentiras sin recuerdo.
Sagrado paso que añora
el insondable silencio. (CESA EL ACORDEÓN)
Y, como llevamos prisa y Ronda no casa bien con esta enfermedad contagiosa del presente, dejaremos a un lado esos
Ocho volcanes abiertos,
ocho caricias sagradas,
ocho frescos regocijos,
ocho verdades de agua.
8 caños cargados de evocaciones y leyendas…
Y atacaremos la cuesta que arranca con ese monumental…
Arco de Felipe V
donde los enamorados
ponen a salvo del mundo
sus misterios más arcanos.
Lugar de amores furtivos,
pasiones al cielo raso.
“Sillón del moro” que oculta
los besos y los abrazos.
Y nos disponemos a escalar esa pendiente de Santo Domingo…
metáfora de la vida:
siempre subir y bajar,
cuesta abajo y cuesta arriba,
por un camino de piedras
que lacera y que lastima.
Cuesta de Santo Domingo,
metáfora de la vida.
Subir a tientas, subir,
bajar rodando, de prisa,
para volver a subir,
a empezar otra salida.
Y así volvemos al puente, donde acabaremos nuestra peculiar singladura, Pero ya sin la vorágine alborotada que, hace unos momentos, agitaba su piel de piedra milenaria. Con más reposo y sosiego… (TEMA DEL PREGÓN) sorprendido en uno de esos momentos inexistentes en que funde su esencia con la ciudad con la que mantiene un idilio apasionado…
Como dos eternidades
ahí siguen Ronda y su Tajo,
condenados a entenderse,
como dos enamorados.
Su Tajo parte su alma,
su alma vive en su Tajo,
entregados a su suerte,
al abismo encadenados.
Ronda y su Tajo embebidos,
un mismo sino en sus manos.
condenados a entenderse,
como dos enamorados.
Tras tamaña caminata sentimental, es un consejo innecesario decir que…
Tendremos que extremar la vigilancia,
hay un peligro en Ronda de perderse,
de alienarse, rendirse, someterse,
de quedar atrapado en su sustancia.
Hay un riesgo muy fuerte de estar fuera,
de alejarse del tiempo y sus urgencias,
fuera de la razón y la conciencia,
más allá del espacio y sus fronteras.
Puede perderte el Tajo con su puente,
puede asirte su cielo y su paisaje
puede perderte el genio de su gente
o la luz de sus recios personajes;
puede atraparte el sol en el poniente
o su misterio indómito y salvaje. (CESA LA MÚSICA).
4ª PARTE (en el atril)
Y, de la misma forma que hemos querido orillar lo trascendente de esta ciudad, en beneficio de lo sencillo, de lo que, equivocadamente, asumimos como secundario, aunque sabemos que es esencial, tampoco vamos a fijarnos en lo fastuoso de estos festejos de Pedro Romero, donde como cabe vislumbrar por el patrón laico que los nombra, el toreo es clave y capital y la Real Maestranza, escenario inigualable de los hitos principales del programa. No, eso ya se ha glosado muy bien y muchas veces. Tampoco nos vamos a detener en el resto de esos otros grandes jalones que se sucederán a lo largo de la semana festiva y que se verán engrandecidos y magnificados con la inteligencia, la simpatía, la dulzura y la belleza de estas damas goyescas incomparables, encabezadas por nuestra querida Presidenta. No, de eso nada diremos porque no nos quedaría espacio para proclamar nuestro más caluroso llamamiento a participar también de las cosas normales, habituales y sencillas de la feria, de las pequeñas grandes cosas de nuestra fiesta principal.
Disfrutemos de la feria del Centro, esa novedad inevitable y oportuna que han traído los nuevos tiempos, pero que en ningún caso, debe sustituir a la feria del Real, sino que debe ser un añadido, un complemento de la feria de toda la vida, la que recuerda aquellos encuentros comerciales que arrancaron en la época medieval. Esta feria es la que tiene nuestros recuerdos repletos de (MELODÍA) aquellas pequeñas cosas que nos han venido acompañando desde que la visitamos por primera vez, de la mano de quienes nos incorporaron a esta bendita tradición festiva. Esas pequeñas cosas que aún nos sigue poniendo la carne del alma de gallina.
El roce inevitable de los cuerpos y el perfume a churros, los ojos anhelantes del niño esperando cabalgar su caballo de madera, la tensa espera en la estación del tren mágico, capaz de trasladarnos por los paisajes más exóticos que la imaginación sea capaz de tejer, las manos húmedas abriendo los boletos de la tómbola, los bocadillos rebosantes por fuera del jamón que se escatimaba por dentro, los tiernos alardes de dos adolescentes paseando su primer amor, la mano protectora de la madre conduciendo a su retoño al mundo de los sueños imposibles, a ese niño que todos llevamos dentro y que vuelve a alborozarse con el ruido y el fragor de sirenas, engranajes, chirridos, voces emocionadas y semblantes esperanzados. (PARA LA MÚSICA)
¡Señoras y señores, niñas y niños, jóvenes de todas las edades!: este pregonero os convoca al reino de la ilusión, al espacio de la alegría, al territorio mágico del mundo al revés, para que, con ojos sin tinieblas, os introduzcáis en una dimensión diferente, la que procura la visión desinteresada y generosa, la actitud complacida y complaciente, la entrega ilimitada al placer de sentirnos pequeños porque nos sabemos importantes, al gozo de sabernos por un tiempo, a salvo de los naufragios cotidianos. Os reclamo para que invirtáis en el negocio de huir por unos días de las preocupaciones… Y sobre todo, os invito a que no volváis la espalda a ninguna de esas pequeñas cosas (VUELVE LA MELODÍA) que nos cercan y nos empapan, sin que seamos capaces de disfrutarlas por estar demasiado adheridas a nuestro ser.
Son las pequeñas cosas que esperamos encontrar en esta feria, que a la vuelta de la esquina nos espera. Son aquellas pequeñas cosas que… cualquier día, en cualquier momento…
(en el piano)
Como un ladrón
te acechan detrás de la puerta.
Te tienen tan a su merced
como hojas muertas
que el viento arrastra
allá o aquí.
Que te sonríen tristes y
nos hacen que
lloremos cuando
nadie nos ve.
BUENAS NOCHES Y HASTA SIEMPRE.