Su manifiesta hermosura no le evita la condición de joya perdida entre riscos y montes, en medio de una naturaleza abrupta y escarpada. Nunca ha sido fácil acceder a estos parajes naturalmente inhóspitos. Y ahora, en estos tiempos en los que todo es posible, incluso en Ronda, no hay voluntad de encontrarla, de llevarla al territorio de lo accesible. Tal vez ahí esté su embrujo y su encanto. Yo no lo creo y, más bien, siento que, ¿no sería posible hacer convivir la Ronda ancestral, eterna, de belleza imperdurable, y una Ronda moderna, bien comunicada, y pendiente de su propio desarrollo y el de sus vecinos?