Ese toro enamorado
de esa plaza que lo invita
a saltar esa barrera
para jugarse la vida.
Ese toro de una España
que se acaba y que agoniza
entre estertores de incienso
y castañas en la esquina.
Ese toro ya no es,
ese toro ya no mira
la tarde que languidece
hacia el ocaso vencida.
Ese toro sigue vivo
y vivirá mientras viva
entre hierros centinelas
y entre flores amarillas.
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